lunes, 28 de diciembre de 2009

Piglia, Ricardo. Prisión perpetua.


La construcción de la vida está dominada por los hechos y no por las convicciones. Algunos tratan de quebrar esa ley. Son los alquimistas de sí mismos.


Beber es una actividad seria, desde siempre asociada con la filosofía. El que bebe, dice Steve, intenta disolver una obsesión. Hay que definir primero la magnitud de la obsesión. No hay nada más bello y perturbador que una idea fija.



El Pájaro es un narrador tradicional, por eso intercala reflexiones y máximas en medio de sus historias. En el fondo es una forma de retardar la acción. Pensar es un modo de crear suspenso, dice. Construir un espacio entre un acontecimiento y otro acontecimiento, eso es pensar.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Arenas, Reinaldo. Celestino antes del alba


- Ay, ahora se me ha olvidado, ¡Pero sé que a medianoche se me ocurrió una idea maravillosa!...
- Pero, ¿por qué no me la dijiste entonces?
- Sí te la dije; ¿no te acuerdas?
- No.
- Pues yo te la dije, lo que pasa es que a ti también se te ha olvidado..
- Vamos a dormirnos de nuevo para ver si se te vuelve a ocurrir la idea. Y si se te ocurre me llamas corriendo.
- Está bien. Ya estoy dormido.
- Yo también.
- Ya estoy soñando.
- Ya estoy soñando.
- ¡Aquí está la idea!
- ¡Ya la oigo! Pero se me olvida en seguida, una palabra hace "páfata" y se la lleva a la otra, y de la única que me acuerdo siempre es de la última. Trata de meter todo el sueño en una sola palabra para ver si así no se nos olvida.
- No puedo.
- Trata.
- No puedo. Es un sueño larguísimo.
- Larguísimo...
- No lo puedo decir con una sola palabra.
- Palabra...
- Yo quisiera poder hacerlo así pero no puedo.
- Puedo...
- Fíjate si es largo el sueño que horita despierto y todavía no he terminado de soñar.
- Soñar...
Hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas...

- Y tú, ¿quién eres? -dije yo.

- El duende- dijo el duende.

- ¿Y qué quieres?

- El anillo de la reina- dijo.

- ¿Qué Reina?

- La del anillo.
***
(...) he llegado a ti solamente para hacerte el bien. Para que razonaras y te dieras cuenta de las cosas que no ves y te ven. Que no presientes y te dominan. Y te aturden. Pero has sido necio (...)

domingo, 6 de diciembre de 2009

Sabina, Joaquín




TU INJUSTICIA POR MI MANO

Tus mohines son menos inocentes
que tus patines y tus espinillas,
líbreme Alá de las adolescentes
sagitario, con rímel y en cuclillas.

Declino estar un mes con agujetas
por dármelas contigo de judoka,
mi sarampión no admite más recetas
que el flan de chocolate de tu boca.

Antes de la serpiente, el paraíso
era un friso de arcángeles paganos
copulando sin morbo ni permiso.

Por tu culpa en mis tórridos veranos
la palma de los dedos de narciso
se toma tu injusticia por mi mano.














lunes, 30 de noviembre de 2009


De los pelos

Por Juan Sasturain


A los hombres nos gustan los vestidos. Quiero decir: a los hombres nos gusta que las mujeres se pongan vestido. A muchos, al menos. Entendámonos, sobre todo ahora, con la primavera, el calor y el veranito que se viene, no hay nada más hermoso de ver que el ir y venir de una mina con un vestidito liviano, de esos de tela suave y moldeadora, que cae sin apretar, recuerda qué hay debajo, suelto y cómodo. Se lo digo, lo experimento con mi mujer. Es así. Un cruce de gambas con vestido y sin medias justifica todas las lluvias hinchapelotas de la primavera, y la leve transpiración en el cuello debajo de un vestido escotado con botoncitos, aunque sea a principios de diciembre, nos salva el año.

Claro que cuando uno formula estas verdades del sentimiento, puras y desinteresadas más allá de sí mismas, como la sed o el hambre de justicia, se le cruzan objeciones pragmáticas y de dudosa comprensión. Nunca hemos aceptado del todo la apropiación femenina del pantalón, los pretextos de comodidad y practicidad, hasta que –con sinceridad o sin ella– aparece, junto con otros argumentos que se esgrimen contra el sexismo de nuestro planteo, el tema de los pelos. Los pelos femeninos –no la cabellera, claro– como problema a resolver a la hora de determinar qué parte del cuerpo ha de estar expuesta al aire libre o recatada a la cobertura indumentaria. Esa parecer ser la cuestión. Una boludez, si se nos permite, masculina, prejuiciosamente hablando.

Al respecto, recuerdo con gusto una nota escrita hace años en que reflexionaba a pedido sobre un tema acaso poco fashion, pero muy pertinente, contiguo, tangente en este caso, que plantea cuestiones similares en un grado incluso más aparatoso: el vello axilar. Y según creo recordar, partía para reflexionar de un momento –los años de mi primera infancia: fin de los ’40, comienzo de los ’50– en que no se habían popularizado aún los pantalones entre las mujeres y la primitiva yilet ejercía –aún tímidamente– el liderazgo, por no decir el monopolio absoluto, entre los recursos taladores de vello para las chicas ensombrecidas. Pero el uso no estaba tan generalizado como puede suponerse.

Recuerdo que en esa nota apuntaba que –según mi mirada infantil– “las dos estaban buenas, pero Rita Hayworth se afeitaba las axilas y mi mamá, no”. Ese recuerdo puntual no fue algo tan difícil de verificar. El dato de Rita lo tengo, lo tenemos todos, por el baile demoledor de Gilda, que termina con el sopapo del boludo de Glenn Ford en un improbable club nocturno porteño hacia mediados de los ’40; ahí ella, cantando mal –pero, ¿quién la oía?–, levantaba los purísimos brazos sobre la cabeza mientras se sacaba los interminables guantes y agitaba la melena pelirroja, pese al blanco y negro. Una cosa infernal. El dato de mi mamá lo tengo de innumerables experiencias en vivo para la misma época que no pienso referir. Se puede argumentar que no son términos de comparación una terrible y frágil yegua de Hollywood y una linda mamá de clase media argentina diez años mayor: una en la pantalla y otra en la platea de la matinée. Pero tengo mis dudas al respecto.

Es que la cosa pilosa no se cortaba con el filo de yilet de la pantalla, ni con la navaja generacional, ya que poco después tampoco se depilaba la increíble Silvana Mangano en Arroz amargo para andar con el agua a la rodilla y los pies en el barro del Po; ni se podaba la bersagliera Gina Lollobrigida en Pan, amor y fantasía, ni mucho menos mezquinaba pelos la primitiva Sofia Loren antes de que –entregada por Carlo Ponti– los yanquis le pusieron un ph. Y esas salvajes tanitas de la pantalla neorrealista del primer tramo de los ’50 –que le hicieron la cabeza literalmente a medio mundo– estaban más cerca obviamente de las minas reales que andaban por la cocina de casa –mi vieja era de ascendencia tana– o por las calles pueblerinas que yo conocía desde la vereda o que espiaba de a franjas en la arena de Necochea, que de las oxigenadas y multiproducidas Lana Turner o Dorothy Malone del cinemascope. Marilyn –seguramente– ya sería otra cosa.

Por otro lado, la bruta y explícita maja goyesca –tan gallega—, la sudorosa Libertad que saca pecho y guía al pueblo según Delacroix, y las bellas y distendidas amigas de Modigliani, por ejemplo, nunca necesitaron sacarse puntualmente los pelos para posar una vez y entrar en los museos para siempre. Y tampoco nadie puso una curita negra ahí.

Quiero decir, volviendo a Rita, a mi mamá y pasando por la Mangano, que en aquel momento esos hoy demonizados pelos axilares que asomaban con naturalidad en las damas con vestido, avalados o no por el cine, también podían tirar con eficacia –a comparación de los otros, los clásicos que, sabemos, bien pueden a una yunta de bueyes– o al menos no inhibían ni mucho menos el trabajo a destajo de la libido protoadolescente.

En fin... En un mundo como aquél, de reprimida clase media, que diferenciaba absolutamente los modos y circunstancias de exhibición pública y privada de un cuerpo segmentado mucho más analíticamente que ahora, los bellos vellos funcionaban al revés de hoy, o sea, eran sobre todo pelos en un pliegue femenino, el único recoveco accesible a la mirada y en grado aun restringido. El pensamiento analógico hacía el resto. Bah, digo yo.

Y para terminar con el tema de los vestidos que nos gusta ver en primavera con sus piernas y demás dentro –y con devoto respeto y admiración–, a las mujeres sólo les pedimos que hagan lo que quieran con sus gambas –dilapiden o no fortunas en depilaciones más o menos exhaustivas–, pero no nos priven de una de las pocas cosas lindas que suele traer con seguridad la cercanía del fin de año.

Gracias.



[publicado en Página 12, 30 de noviembre de 2009)

domingo, 15 de noviembre de 2009

Evelyn Waugh


Retorno a Brideshead


Nos pasábamos los vasos uno a otro hasta reunir seis, algunos con vinos mezclados, pues habíamos equivocado una botella. Entonces había que volver a empezar con tres vasos limpios cada uno y, al tiempo que las botellas se vaciaban, nuestras alabanzas se tornaban cada vez más exóticas:

-... un vinito tímido como una gacela.

- Como un duende.

- Moteado, como el prado de un tapiz.

- Como una flauta que se tañe junto a aguas tranquilas.

-... y éste es un vino viejo y muy sabio.

- Un profeta en su cueva.

-... y éste un collar de perlas sobre un cuello blanco.

- Como un cisne.

- Como el último unicornio.

Y dejábamos la luz dorada de las velas del comedor para salir a la noche estrellada y sentarnos sobre el borde de la fuente, refrescando las manos en el agua y escuchando medio borrachos su chapaleo y gorgoteo entre las piedras.

- ¿Crees que deberíamos emborracharnos todas las noches? -preguntó Sebastian una mañana.

- Sí, yo creo que sí.

- Yo también lo creo.



-A veces- dijo Julia-, siento que el pasado y el futuro se acercan con tanta fuerza por ambos lados que ya no queda sitio para el presente.


Elena



--Pero ¿encontró lo que quería?
--He aceptado lo que encontré. ¿No es lo mismo?

viernes, 13 de noviembre de 2009

Truman Capote


La vida es una obra medianamente bien escrita, pero con un tercer acto siempre horrible.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Paul Auster


La habitación cerrada


Por otra (y aquí es donde la cosa se vuelve turbia), quería creer que estaba en lo cierto. Pensé: ¿Es posible que haya sido demasiado duro conmigo mismo? Y una vez que comencé a pensar eso, estaba perdido. Pero, ¿quién no aprovecharía la oportunidad de redimirse? ¿Qué hombre es lo bastante fuerte como para rechazar la posibilidad de la esperanza? Por mi mente pasó la idea de que algún día podría resucitar a mis propios ojos (...)


Que aquello fuera un cambio esencial es otra historia, pero tiendo a pensar que todo cuenta. En última instancia, una vida no es más que la suma de hechos contingentes, una crónica de intersecciones casuales, de azares, de sucesos fortuitos que no revelan nada más que su propia falta de propósito.

Nadie quiere ser parte de una ficción, y menos aún si esa ficción es real.


Todos queremos que nos cuenten historias, y las escuchamos del mismo modo que las escuchábamos de niños. Nos imaginamos la verdadera historia dentro de las palabras y para hacer eso sustituimos a la persona del relato, fingiendo que podemos entenderle porque nos entendemos a nosotros mismos. Esto es una superchería. Existimos para nosotros mismos, quizá, y a veces incluso vislumbramos quiénes somos, pero al final nunca podemos estar seguros, y mientras nuestras vidas continúan, nos volvemos cada vez más opacos para nosotros mismos, más y más conscientes de nuestra propia incoherencia. Nadie puede cruzar el linde que le separa de otro por la sencilla razón de que nadie puede tener acceso a sí mismo.



Pero nada es tan simple.No hay probabilidades que vencer, no hay reglas que pongan límites a la mala suerte, y en cada momento empezamos de nuevo, tan a punto de recibir un golpe bajo como lo estábamos en el momento anterior.


Su voz era hipnótica. Yo sentía que mientras ella continuara hablando, ya nada podía afectarme. Era una sensación de ser inmune, de estar protegido de las palabras que salían de su boca. Apenas me molestaba en escucharlas. Yo flotaba dentro de aquella voz, estaba rodeado de ella, sostenido por su persistencia, llevado por el flujo de las sílabas, las subidas y bajadas, las olas.

Mary Poppins, Canción de la buena suerte

domingo, 4 de octubre de 2009

Pérez Reverte... Asterix... Monica Bellucci... no, si todo confluye



Café para todos


ARTURO PÉREZ-REVERTE | XL Semanal | 14 de Septiembre de 2009



Dirán ustedes que lo de hoy es una chorrada, y que vaya tonterías elige el cabrón del Reverte para su artículo. Para llenar la página. Pero no estoy seguro de que la cosa sea intrascendente. Como decía Ovidio, o uno de esos antiguos –lo leí ayer en un Astérix–, una pequeña mordedura de víbora puede liquidar a un toro. Es como cuando, por ejemplo, ves a un fulano por la calle con una gorra de béisbol puesta del revés. Cada uno puede ir como le salga, naturalmente. Para eso hemos muerto un millón de españoles, o más. Luchando por las gorras de béisbol y por las chanclas. Pero esa certeza moral no impide que te preguntes, con íntima curiosidad, por qué el fulano lleva la gorra del revés, con la visera para atrás y la cintita de ajustarla sobre la frente. Todo eso conduce a más preguntas: si viene directamente de quitarse la careta de catcher de los Tomateros de Culiacán, si le da el sol en el cogote o si es un poquito gilipollas. Concediéndole, sin embargo, el beneficio de la duda, de ahí pasas a preguntarte si, en vista de que al pavo le molesta o no le conviene llevar la visera de la gorra hacia delante, por qué usa gorra con visera. Por qué no recurre a un casquete moruno, un fez turco o a una boina con rabito. Luego terminas pensando que es raro que los fabricantes de gorras no hayan pensado en hacer una gorra sin visera, para fulanos como el que acabas de ver; y de eso deduces, malpensado como eres, que la mafia internacional de los fabricantes de gorras de béisbol pone visera a todos los modelos para cobrar más caro y explotar al cliente, y luego lo disimulan regalándole gorras a Leonardo DiCaprio para que se las ponga del revés cuando saca en moto a su novia en el Diez Minutos. Eso te lleva inevitablemente a pensar en la crisis de Occidente y el aborregamiento de las masas, hasta que acabas echando espumarajos por la boca y decides apuntarte en Al Quaida y masacrar infieles, mientras concluyes que el mundo es una mierda pinchada en un palo, que odias a la Humanidad –Monica Bellucci aparte– y que la culpa de todo la tiene el Pesoe.



martes, 15 de septiembre de 2009

Los marcadores de punta según Sasturain


Elementos para una teoría del marcador de punta

LOS PIBES chicos que patean con los viejos, o los grupitos primarios de un arquero y dos o tres que la corren, suelen llevar camisetas surtidas, números repetidos: muchos diez, muchos nueves, varios unos grandotes sobre el buzo de arquero, algunos -raros- con sueños de wing, despistados volantes de contención, ciertos roperitos con tranco de Passarella y hasta algún atlético proyecto de stoppper. De todo, menos marcadores de punta…
Claro que cuando se elige, se entreveran y arman el partido -un rato, unos años después-, algún gordito soñador de Bochini con la "roja" número diez sin transpirar termina jugando allá, al fondo a la derecha y amurado contra la raya, sobre el vertiginoso andarivel por el que avanzará un humillante y previsible habilidoso para dejarlo en el piso , el culo arando el pasto duro como la dura realidad. Su sueño de diez, da para cuatro.

Cualquier observador de picados lo sabe: el diez está enamorado de la peIota, el nueve esta de novio con el arco, pero el cuatro está casado, para siempre, con la raya ... Ser marcador de punta -asumirlo de pibe, por ejemplo- requiere entereza porque es no bajar la guardia pero sí resignar banderas. Es duro.

Pero es así. Del mismo modo que nadie tiene vocación de jefe de personal, encargado de buffet o corrector de pruebas, nadie que juegue al fútbol quiso ser marcador de punta, sino que terminó siéndolo. Las camisetas 3 y 4 languidecen en los estantes y en los vestuarios hasta que las manotea- con bronca o agradecida esperanza la mano flaca del más chico del grupo, la mano lenta del "dogor”. Uno no quiso ser marcador de punta: lo empuja la realidad, lo confina a un papel lateral sin protagonismo, una zona marginal de tensa calma.
Hábitat y enemigos naturales

EI ambiente natural del marcador de punta en sus especies más comunes es
la franja lateral. A un costado la raya marca su límite territorial de seguridad; hacia adentro se extiende un espacio complejo y peligroso por el que suele transitar, fugazmente, para regresar presuroso como gato al umbral. Su zona es fértil y por lo general permanece casi virgen un espacio verde por el que, apenas, se aventuran los demás pero que recorre, con persistencia de comadreja buscadora, su enemigo natural y depredador principal: el wing.

Porque el marcador de punta existe para el wing, carece de sentido sin él. Nacido para marcar, eI cIásico y fanático acoso del puntero, tiene algo de resentimiento: "un verdadero perro de presa" era el elogio en la época florida de Fioravanti y Pedrito Valdez, el de "la verde gramilla", cuando había que hacer el panegírico del Cholo Simeone, un arquetipo, casi la idea platónica del cuatro argentino de una época.

Los oficios terrestres

No es necesario haber escuchado las obras completas de Zavatarelli para saberlo: puestos allí por el destino, sin vocación ni estímulo, los marcadores de punta desarrollaron una artesanía de marca y achique, un abecé elemental o complejo que se plasmó en oficio. Eso es: los marcadores tienen oficio -condición laboral- del mismo modo que los centrodelanteros tienen olfato -condición natural- y los números diez talento o calidad -condición excepcional-. Los wines no; los wines son locos, ya se sabe.
[de El día del arquero, il. Fontanarrosa]

domingo, 13 de septiembre de 2009

Recetas vudú




Para desembarazarse de un enemigo




Para ello se escribe el nombre de un enemigo determinado en la espalda de una muñeca vudú con Tinta de Aceite de Paloma. Luego se la unta con Aceite Vudú, y se coloca la muñeca con la cara hacia arriba sobre un trozo de raso negro. Se la espolvorea con Polvos Patchouly y se procede luego a clavarle un alfiler de acero cerca del corazón.


A continuación se dice lo siguiente: este es mi enemigo... no un juguete, y al pronunciar tu nombre... te destruyo.


Estas palabras se repiten siete veces seguidas y luego se envuelve cuidadosamente la muñeca en el raso negro. Después se la oculta en el lugar más insospechado (un armario oscuro), y luego, se procede a encender un trozo de Incienso Traspasador. Mientras el incienso humea, hay que repetir las siguientes palabras: ¡Arde incienso, arde, arde, incienso arde! ¡Mi temido enemigo debe retorcerse y desaparecer! ¡Por todo el poder vudú del mundo, permite que este acto se ejecute y más aún!


Este ritual místico vudú siempre se repite durante siete noches seguidas. El mejor momento es a medianoche. Al cabo de estas siete noches, y después de haberse efectuado este acto ritual, se espolvorea la muñeca, envuelta, con Polvos Vesta. Luego se procede a quemar cuidadosamente la muñeca en el altar y se esparcen después sus cenizas al aire fresco de la noche, o bien se escoge un lugar solitario y se entierra la muñeca en un sitio donde no pueda ser nunca encontrada.








Para desembarazarse de alguien que le detesta




Cualquier persona que parece que le odia y constantemente le causa problemas puede ser apartado de su vida. Salga a la calle y compre nueve gallos negros y un poco de Vinagre de los Cuatro Ladrones. Consiga nueve trozos de madera para utilizarlos como estacas. Atravesando los gallos con los trozos de madera y rociándolos después con este vinagre especial, los vuduistas aseguran que el resultado es infalible.




jueves, 10 de septiembre de 2009

Brian Aldiss, El tapiz de Malacia


En cuanto al carácter, tenía todo lo que se puede desear en un amigo: divertido, perezoso, vano y disoluto.

(...) un hombre es poco más que carne de cañón. Todo lo que podemos hacer es decidir en qué cañones permitiremos que nos metan. Y esa decisión no es permanente; más aún, has de tomarla cada día de tu vida.


- Me alegro de que ése sea tu deseo. También es el mío, sinceramente. Sin embargo, hay fuerzas que separan a las personas, contra lo que ellas desean.
Lo dijo serenamente, como siempre.
- Nos mantendremos animados y así superaremos cualquier dificultad.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Alejandro Casona, Prohibido suicidarse en primavera




- Quédese usted con lo soñado. Y dedíquese a escribir.
- ¿A escribir?
- Sí: es otra forma de heroísmo. Las novelas nunca las han escrito más que los que son incapaces de vivirlas (…)
- Yo tengo un libro de versos.
- Rómpalo usted en seguida. Y no se atreva a confesar eso entre sus compañeros; le perderán el respeto.

Lucio Mansilla, Una excursión...


La amistad no se mide, se prueba.

García Márquez, Gabriel


     Luego se tomó cuatro tazas más de café para hacer tiempo (…)
(El amor en los tiempos del cólera)

     (...) experimentó la desazón del anhelo frustrado.

     -Parecen zapatos de huérfano -protestó-. Cada vez que me los pongo me siento fugado de un asilo.
(El coronel no tiene quien le escriba)

Jean Reno en Wasabi


El tiempo convierte en buenos recuerdos los momentos tristes

Real Academia Española, "los empeños de la vanidad"


Despecho: malquerencia nacida en el ánimo por desengaños sufridos en la consecución de los deseos o en los empeños de la vanidad.

Del Shannon Runaway



Letra traducida:

Mientras camino, me pregunto qué estuvo mal

con nuestro amor, un amor que era tan fuerte.

Y mientras sigo caminando, pienso en las cosas que hicimos juntos.

¡Por un instante nuestros corazones fueron jóvenes!

Soy un caminar en la lluvia, las lagrimas están cayendo y siento el dolor

deseando que estuvieras aquí junto a mí, para terminar esta miseria

y me pregunto porqué, porqué ella huyó,

y me pregunto en dónde estará,

mi pequeña fugitiva.

Huye, huye, huye, huye, fugitiva.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Inodoras











Blasón








Plato al mejor compañero. Olimpia, 1995.

Desperados. (Lucky Luke y Sender)


Sender, El bandido adolescente

En el suroeste la gente de habla inglesa llama así –es decir, desperados- a los hombres que tratan de escapar a sus perseguidores después de haber hecho alguna fechoría grande. Desperados. La presencia de los españoles en el mundo ha dejado palabras que aluden frecuentemente a la violencia. Un desperado (es decir, desesperado) es lo que los yanquis llaman en su idioma un gangster. En inglés expresan con esa palabra la peculiaridad social del hombre. Un gangster es un hombre de gang, es decir de cuadrilla. Un desperado es una definición moral y además un tipo de criminal individualizado e individualista. Hay que distinguir entre el gregario violento y el verdadero héroe solitario que va y viene sin compañía entre el cielo y la tierra.

¡Mil demonios!, Capitán Haddok







domingo, 30 de agosto de 2009

Vonnegut, Desayuno de campeones

Kilgore Trout oyó aquello de que no era más que un atún e intentó comprender qué había querido decir. Tenía la cabeza inundada de misterios. Bien podría haber sido Wayne Hoobler, a la deriva entre los coches usados de Dwayne durante la semana Hawaiana.

Al mismo tiempo sentía como le iba subiendo la temperatura de los pies, recubiertos por una lámina de plástico. Ya no podía soportar más aquel calor. Sentía que los pies se le retorcían e hinchaban, suplicando recibir aire fresco o que los sumergieran en agua fría.
Y Dwayne continuaba leyendo aquel mensaje sobre sí mismo y el Creador del Universo, a saber:

“También programó robots para que escribiesen libros y revistas y periódicos para usted, y espectáculos de radio y televisión, y obras de teatro y películas. También escribieron canciones para usted. El Creador del Universo hizo que inventaran cientos de religiones, para que usted dispusiera de una gran variedad para elegir. Hizo que se mataran entre sí a millones, sólo con el siguiente propósito: sorprenderle. Los robots han cometido todas las atrocidades posibles y todas las amabilidades posibles sin sentir absolutamente nada, automáticamente, inevitablemente, sólo para ver como reaccionaba USTED.

La última palabra estaba escrita en caracteres extragrandes y ocupaba todo un renglón, de modo que tenía el siguiente aspecto:

U S T E D

“Cada vez que usted entraba en una biblioteca”, ponía el libro, “el Creador del Universo contenía el aliento. ¿Qué libro podría llegar a elegir usted, con su libre albedrío, en aquel opíparo bufé cultural sin orden ni concierto?"

“Sus padres eran máquinas de lucha y autocompasión”, decía el libro. “Su madre estaba programada para gritarle a su padre porque éste era una máquina de hacer dinero defectuosa, y su padre estaba programado para gritarle a su madre porque ésta era una máquina de hacer labores del hogar defectuosa, Estaban programados para gritarse el uno al otro por ser unas máquinas de amar defectuosas.

“Y después su padre estaba programado para salir violentamente de la casa y cerrar la puerta de un portazo, cosa que convertía automáticamente a su madre en una máquina de llorar. Y su padre se iba a una taberna donde se emborrachaba junto con otras máquinas bebedoras. Y después todas las máquinas bebedoras se iban a un prostíbulo y alquilaban máquinas folladoras. Y después su padre volvía arrastrándose a casa para convertirse en una máquina de pedir perdón. Y su madre se volvía una máquina de perdonar muy lenta.”

Fontanarrosa, Más bestia que el hombre











Goscinny. Todos los defectos según Iznogud.


viernes, 28 de agosto de 2009

♪♪ ¡Soy un iluso! ♪♪

¿Cuál es tu problema psicológico? Test de Facebook




Resultado obtenido: Tienes una visión de tí mismo muy poco realista. No te das cuenta que los demás ven algo completamente diferente a lo que tu crees que ven.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Fontanarrosa. Usted no me lo va a creer...


-¿Y viste el gol de Maradona, ése que hizo en… en… en un Mundial…? –por primera vez , el Cary Portesio, que estaba sentado casi de perfil a la mesa, cruzado de piernas, molestando el paso de los mozos, ingresaba en la charla. Lo miraron, sorprendidos porque rompiera el silencio y porque abordara un tema de fútbol, habitualmente muy remoto para él.
- ¿En México?
- En México.
- ¿Ése que hizo con la mano?- preguntó el Chelo.
- No. El otro. ¿Hizo otro, no? -insistió Cary. Aprobaron todos-. Bueno… Vas a ver que llega un día, va a llegar un día, en que digan que arrancó más atrás de mitad de cancha, que se gambeteó a medio equipo inglés, que incluso se gambeteó al arquero y que después la metió adentro… Eso van a decir… Vas a ver que llega el día en que digan eso…
Lo miraron, un poco confusos. Y optaron por no decirle nada.




Tuve una primera sensación de desánimo, que dio lugar a una segunda sensación de desánimo.




“La vida no da una tercera oportunidad”, pensó, (…)

Diógenes (ca. 1990)


martes, 25 de agosto de 2009

Llanero solitario


No siempre se oculta un bandido detrás de una máscara

Alejandro Dolina. Crónicas del ángel gris





No está tan mal renunciar de vez en cuando. La verdadera nobleza consiste en hacer lo que uno debe, sin esperar recompensa ninguna. Tampoco está mal darle cierta ventaja a la vida. Después de todo, el que da ventaja puede alardear aunque pierda.
Y una cosa más. Si no podemos enorgullecernos de lo que hemos hecho, que nos quede al menos el orgullo de lo que no hemos querido hacer.


En un partido de fútbol caben infinidad de novelescos episodios.
Allí reconocemos la fuerza, la velocidad y la destreza del deportista. Pero también el engaño astuto del que amaga una conducta para decidirse por otra. Las sutiles intrigas que preceden al contragolpe. La nobleza y el coraje del que cincha sin renuncio. La lealtad del que socorre a un compañero en dificultades. La traición del que lo abandona. La avaricia del que no suelta la pelota. Y en cada jugada la hidalguía, la soberbia, la inteligencia, la cobardía, la estupidez, la injusticia, la suerte, la burla, la risa o el llanto.


En un lugar preciso de la cancha de Piraña acecha el demonio. A veces los jugadores pisan el sector infernal, adquieren habilidades secretas, convierten muchos goles, triunfan en Italia, se entregan al lujo y se destruyen.
Otras veces los jugadores pisan al revés y se entorpecen, juegan mal, son excluidos del equipo, abandonan el deporte, se entregan al vicio y se destruyen.
Hay quienes no pisan jamás el coto del diablo y prosiguen oscuramente sus vidas, padecen desengaños, pierden la fe y se destruyen.


Ocurre así: un muchacho se enamora de la Mujer Más Hermosa. Desde ese momento, su vida no tiene otro sentido que ese amor. Sin embargo, el hombre sabe que no tiene chance en esa carrera, pues las Mujeres Más Hermosas suelen casarse con otros caballeros, generalmente ricos o buenos mozos o ambas cosas.
Sus buenos amigos le aconsejarán el olvido, pero este hombre ha nacido en Flores y no tiene la menor intención de gambetear el dolor. Y cada día deja mansamente que la tristeza le invada los huesos y que tiña hasta el último de sus pensamientos.
A veces, las distracciones y los mundanos asuntos amenazarán con hacerle olvidar siquiera por un momento su amor y pesadumbre. Pero el hombre reaccionará inmediatamente y se sumergirá otra vez en su propio abismo.
Que nadie se engañe. Este hombre que ríe a carcajadas cuando algún conocido le refiere el cuento de los supositorios, está pensando en su amor imposible.
Y la sangre que hincha sus venas es negra y espesa. Pero, atención. Este amor que lo hace desgraciado es el que le hace mejor. El ya ha renunciado a la Mujer Más Hermosa. Jamás padecerá decepciones. Su pasión no envejecerá ni se envilecerá. Nadie podrá engañarlo. Y a fuerza de bañarse cada día en el sufrimiento, habrá aprendido el secreto de la resignación.
Los caballeros exitosos no conocerán jamás la verdadera esencia del amor imposible. Ellos jamás juegan su vida a una sola baraja. Con toda prudencia realizan inversiones en uno y otro lugar para compensar con unas las pérdidas ocasionadas por otras.
Pero el amor imposible no es cosa de prudentes, sino de Quijotes. Sólo cuatro veces en doce años vio Alonso Quijano a Aldonza Lorenzo. Jamás cruzaron palabra. Pero eso le bastó para vivir en ella y por ella. Sin esperar recompensa.
Por eso, señores, si acaso atesoran ustedes uno de estos metejones locos, a no arrepentirse. Sigan soñando y esperando lo imposible. Aunque sepamos que nuestras ilusiones no habrán de cumplirse nunca, sigamos acariciándolas. Lo contrario sería – como pensaba Wimpy – confundir una ilusión con un pagaré.
Será una larga jornada. Muchas veces tendremos ganas de contar nuestra pena, pero no podremos hacerlo, para no profanarla. Siempre estaremos solos y tristes, pero no es para tanto. Después de todo, ya se sabe que los únicos paraísos que existen son los paraísos perdidos.



Pasaron los años. Las morocha no conoció el amor de Frezza ni tampoco su gesto elegante y generoso.

Si alguien califica estas lecciones en alguna Libreta Celeste, Frezza tendrá un nueve. Y si ni siquiera existe esa Libreta, entonces tendrá un diez.



Roberto Arlt


El juguete rabioso

Me voy a lavar las manos con tu sangre, perra.




Los lanzallamas


Supongamos que yo pudiera convertirme en Dios. ¿Qué haría yo? ¿A quién condenaría? ¿Al que hizo mal porque era su ley hacer mal? No. ¿A quién condenaría, entonces? A quien habiendo podido convertirse en Dios para un ser humano, se negó a ser Dios. A ese le diría yo: ¿Cómo? ¿Pudiste enloquecer de felicidad a un alma, y te negaste? Al infierno, hijo de puta.

(…) en el vacío miraba tu cara, como si estuviera apenas dibujada en una película de vidrio.


¿No es horrible esto? Yo creí que me volvía loco. Así como lo oye. Durante un mes la bilis se me volcó en la sangre. Quedé amarillo como si me hubiera bañado en azafrán. Pues bien, ahora yo quiero triunfar, ¿sabe? La he visto una vez del brazo de otro. Quiero humillarla profundamente. No descansaré hasta alcanzar el máximun de altura. Es necesario que esa perra se encuentre con mi nombre en la ochava de todas las esquinas. Que la acose como un remordimiento. Pasaré, acuérdese, algún día frente a su casa levantando tierra con mi Rolls-Royce: impasible como un Dios.


Hay cosas que sin decirlas dos hombres las entienden. Y usted comprenderá que esas cosas que precisamente se archivan en el fondo del alma son las más intensas.


Soy un civilizado. No puedo creer en el coraje. Creo en la traición.


-¿Querés que hable? Pues tengo poco que decirte. No tengo ilusiones. No podré tener más ilusiones. A otros hombres los mueve alguna ilusión. Unos creen que tener dinero los hará felices, y trabajan como bestias para acumular oro. Y así los sorprende la Muerte. Otros creen que con el Poder serán dichosos. Y cuando les llega el poder, la sensibilidad para gustarlo se les hizo pedazos entre todas las bellaquerías que ejecutaron para conseguir el poder.
Los menos creen en la Gloria, y como esclavos trabajan su inútil obra de arte, que el cataclismo final sepultará en la nada. Y ellos, como los otros que se atormentan por el Oro o por el Poder, aprietan los dientes y mascullan blasfemias. Pero qué importa. Trabajando para conseguir el dinero o el poder o la gloria no se aperciben que se va acercando la muerte. Pero yo ¿en qué querés que ponga mis ilusiones? Decime.


Una tiniebla altísima guillotina el sueño de Erdosain. Es inútil. Las caras son terrestres, las mujeres altas y finas son terrestres, lámparas de cincuenta bujías iluminan los semblantes, y aún no ha sido fabricado el lecho de la compasión.
Como un cerdo que hociquea la empalizada de su pocilga para escapar del matadero, Erdosain golpea mentalmente cada leño de la empalizada espantosa del mundo que, aunque tiene leguas de circunferencia, es más estrecha que el chiquero bestial.
No puede escaparse. De un costado está la cárcel. Del otro el manicomio.
Hay veces que tiene ganas de emprenderla a martillazos con el muro de su habitación. A veces rechina los dientes, quisiera estar acurrucado junto al tope de una ametralladora. Barrería en abanico la ciudad. Caerían hombres, mujeres, niños. Él, en la culata de la ametralladora, sostendría suavemente la cinta de proyectiles.
Erdosain retrocede. Como un hombre que agotó su fortuna en una ruleta que gira. Girará siempre… pero él no podrá poner allí, en el cuadro verde, un solo centavo. Todos podrían jugar a ganar o perder…; él no podrá jugar nunca más. Se agotó.

Aguafuertes


¡Atenti , nena, que el tiempo pasa!
Y el tiempo pasa, nena. Pasa al galope; pasa con bronca.

El bizco enamorado
La moza tenía unos de esos ojazos que dicen “me gustan todos, todos, menos el que llevo al lado”.

El tímido llamado
(...) y, sin embargo, como un náufrago, se aferra a esa única tabla, porque todo hombre, en realidad, no podría vivir si no estuviera cogido con los dientes a una mentira o una ilusión.

¡Ebobué, Cameron!

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Publicado en: La Prensa, 23 de agosto 2009

viernes, 21 de agosto de 2009

Gonzalo Torrente Ballester. La Saga/Fuga de J. B.


(…) armoniosa e imponente, armoniosa e inaccesible, armoniosa y lejana: una imagen que crece hasta llenarlo todo, hasta cubrir el sol y la primavera de los ensueños, mientras la propia imagen se achica hasta desaparecer, avergonzada, por el agujero de ratón más próximo.


Me habló desde tan alto, que casi no se veían sus palabras: me despreció de tal manera, que me sentí propiedad suya. No me miró, y me creí espíritu puro.



Y mi trabajo me costó mantenerlo encerrado, sobre todo en una temporada en que quería que le trajera putas. Yo le decía que cómo iba a traérselas, que lo denunciarían, y él me contestaba que alguna quedaría de las republicanas, capaz de guardar un secreto político en que le iba la vida a un correligionario; pero que si resultaba enemiga, con acogotarla entre los dos y tirarla después al río, listo. ¡Imagínense ustedes, encima de encubridor, puticida!


(…) fue como si el sol hubiera entrado en este sótano.


(…) comprobaría que eso que llama Amor no es otra cosa que el resultado de las perturbaciones cerebrales causadas por la acumulación de semen en las vesículas de Graaf, las cuales, una vez vacías, dejan de enviar venenos al cerebro hasta que vuelven a llenarse. No niego que el ejercicio del sexo sea una actividad placentera, pero también lo es merendarse una empanada de lampreas, y no por eso se nos ocurre inventar una metafísica de la merienda (…)

jueves, 20 de agosto de 2009

Maxwell Smart


¡¡¡Ah!! ¡Era chino!

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Caras vemos, corazones no sabemos.

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Hay dos posibilidades...
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Ya deja de hablar, que escupes mi whisky