lunes, 20 de marzo de 2017

Baricco. La esposa joven

   
     El tango le proporciona un pasado a quien no lo tiene y un futuro a quien no lo espera.

     No tengo en mi memoria cansada las últimas palabras que me dijo, mas las añoro.

     Comandini tuvo que concentrarse en un recuerdo que, resultaba evidente, no había considerado necesario mantener al alcance de la mano.

     Comandini, ¿usted ha llegado a hacerse una idea sobre por qué siempre pierde en el juego?, preguntó.
     Tengo algunas hipótesis.
     ¿Por ejemplo?
     La más conmovedora me la sugirió un turco al que en Marrakech vi perder una isla.
     ¿Una isla?
     Una isla griega, creo, era de su familia desde hacía siglos.
     ¿Me está diciendo que se puede apostar una isla en una mesa de poquer?
     Se trataba de blackjack, en ese caso. Pero, de todas formas, sí. Se puede apostar una isla, si se dispone del coraje y de la poesía necesaria. Él los tenía. Volvimos juntos al hotel, era casi de día, yo también había perdido bastante, pero quién lo diría, caminábamos como príncipes y, sin necesidad de decírnoslo, nos sentíamos hermosos, y eternos. La inaudita elegancia de un hombre que ha perdido, dijo el turco.
    El Padre sonrió.
    ¿Así que usted pierde por una cuestión de elegancia?, preguntó.
    Ya se lo he dicho, es sólo una hipótesis.
   ¿Hay otras?
    Muchas. ¿Quiere la más plausible?
    Me encantaría oírla.
    Pierdo porque juego mal.