jueves, 28 de febrero de 2013

lunes, 25 de febrero de 2013

Kenzaburo Oé.


El grito silencioso

      (...) Mientras pensaba en ello, inesperadamente, el calor que me infundía el trago de whisky pareció dispuesto a unirse en el fondo de mi ser con el sentimiento de la "esperanza". Pero, cuando traté de concentrarme en ese sentimiento, me lo impidió el sentido común, que tantos peligros ve en todo intento de renacer negándose a uno mismo.

     (...) pasando de los sueños juveniles de aventuras a las ilusiones más tristes y realistas de la madurez.

Wilkie Collins.


Las hojas caídas

     -En esa parte no hay nada que le pueda interesar, -dijo-. Mire estos cajones, ábralos usted mismo. -Se retiró un paso mientras hablaban y señaló el cajón superior de la hilera. Había un papel pegado sobre el asa: "Consuelos inútiles" decía.
     Amelius abrió el cajón, que estaba repleto de libros.

Calvino, Italo.


El castillo de los destinos cruzados


     (...) en la palabra escrita está siempre presente la anulación de la persona que ha escrito o de la que leerá. La naturaleza inarticulada engloba en su discurso el discurso del hombre.

     La fuerza del ermitaño se mide no por lo lejos que ha ido a instalarse, sino por la poca distancia que le basta para separarse de la ciudad sin perderla nunca de vista.

Las ciudades invisibles

     Si hombres y mujeres empezaran a vivir sus efímeros sueños, cada fantasma se convertiría en una persona con quien comenzar una historia de persecuciones, de simulaciones, de malentendidos, de choques, de opresiones, y el carrusel de las fantasías se detendría.

     El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar y darle espacio.


Las cosmicómicas

     Desde luego, si se quería ser optimista, quedaba siempre la posibilidad de que, siguiendo nuestras dos paralelas hasta el infinito, llegara el momento en que se tocasen. Esta eventualidad bastaba para darme algunas esperanzas, más aún, para mantenerme en una continua excitación. Les diré que un encuentro de nuestras paralelas yo lo había soñado tanto, en todos sus detalles, que formaba parte ya de mi experiencia como si lo hubiera vivido. Todo sucedería de un momento a otro, con sencillez y naturalidad: después de tanto andar separados sin poder acercarnos un palmo, después de haberla sentido extraña, prisionera de su trayecto paralelo, la consistencia del espacio, que siempre había sido impalpalble, se volvería más tensa y al mismo tiempo más blanda, (...)

     Inesperadamente, en aquella situación tan delicada y espinosa di pruebas de una prontitud de espíritu, un equilibrio, un donaire, una resolución en las decisiones que nadie -y mucho menos yo mismo- había sospechado jamás en mí: prodigué de improviso una reserva de dones que presuponen la larga maduración de un carácter (...)

domingo, 3 de febrero de 2013