miércoles, 16 de diciembre de 2009

Arenas, Reinaldo. Celestino antes del alba


- Ay, ahora se me ha olvidado, ¡Pero sé que a medianoche se me ocurrió una idea maravillosa!...
- Pero, ¿por qué no me la dijiste entonces?
- Sí te la dije; ¿no te acuerdas?
- No.
- Pues yo te la dije, lo que pasa es que a ti también se te ha olvidado..
- Vamos a dormirnos de nuevo para ver si se te vuelve a ocurrir la idea. Y si se te ocurre me llamas corriendo.
- Está bien. Ya estoy dormido.
- Yo también.
- Ya estoy soñando.
- Ya estoy soñando.
- ¡Aquí está la idea!
- ¡Ya la oigo! Pero se me olvida en seguida, una palabra hace "páfata" y se la lleva a la otra, y de la única que me acuerdo siempre es de la última. Trata de meter todo el sueño en una sola palabra para ver si así no se nos olvida.
- No puedo.
- Trata.
- No puedo. Es un sueño larguísimo.
- Larguísimo...
- No lo puedo decir con una sola palabra.
- Palabra...
- Yo quisiera poder hacerlo así pero no puedo.
- Puedo...
- Fíjate si es largo el sueño que horita despierto y todavía no he terminado de soñar.
- Soñar...
Hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas, hachas...

- Y tú, ¿quién eres? -dije yo.

- El duende- dijo el duende.

- ¿Y qué quieres?

- El anillo de la reina- dijo.

- ¿Qué Reina?

- La del anillo.
***
(...) he llegado a ti solamente para hacerte el bien. Para que razonaras y te dieras cuenta de las cosas que no ves y te ven. Que no presientes y te dominan. Y te aturden. Pero has sido necio (...)

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