miércoles, 4 de julio de 2012

Marechal, Adán Buenosayres

    
     (...) Quiere aferrarse aún a las imágenes que ha revivido y calentado en  su memoria, pero las imágenes huyen, se pierden en la lejanía, regresan a sus borrosos cementerios. Lo pasado es ya una rama seca, nada le anuncia lo presente, y lo porvenir  no tiene color delante de sus ojos. Queda un Adán vacío frente a una ventana desierta.


     (...) le parece advertir que sus palabras interiores, lejos de ganar altura, se abaten como pájaros de arcilla no bien intentan remontar el vuelo.



     (...) ya te habías encargado tú de nutrir su cerebro con historietas imbéciles, cuentos adocenados, editoriales insípidos, máximas ñoñas, chistes melancólicos y fotografías de actrices desnudas.


     - No dudo ya que algún demonio me llevó de la mano hasta la Casa de los Libros. Era una venerable mansión porteña, cuyo frente pintado al óleo y cuyas ventanas enrejadas tenían el aire más inocente del mundo. según me contó después el Bibliotecario que Miraba desde Brumosas lejanías, el fundador y donante de aquella especie de Instituto había reunido allí volumen tras volumen, llevado por una extraña pasión que tal vez fuese la del genio, o quizá la del avaro que amasa estúpidamente su tesoro, o acaso la del hombre vacío que llena sus horas con maquinales gestos de coleccionista.

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