viernes, 22 de mayo de 2009

Ramón J. Sender


Crónica del alba

Creo que pueden ir delante de este cuaderno como escuadras de heraldos con la bandera de la derrota, pero no de la desesperación.

Para ser simpático, un solterón tiene que ser o parecer un poco libertino. La gente quiere al solterón ligero de costumbres. Además, en todas partes los libertinos suelen ser buenas personas.

De la que no hablaba a nadie porque pensaba siempre en ella.

Pero ganar o perder en la vida no lo es todo y lo que importa es la manera de aceptar la dicha o la desventura; la vida es lucha en una forma u otra y en todas partes y en todos los tiempos y niveles sociales esa lucha es inevitable. Yo solía pensar: “Es bueno en todo caso estar en el lado de los que merecen vencer. Merecer la victoria puede ser tan bueno como tenerla y aun mejor: nos permite encararnos trágicamente con el destino y pedirle cuentas”. Solo a un español se le ocurre esto.

(...) cuando me vaya me pondré tan triste que parecerá que me duelen los dientes.
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Yo estoy en sustancia de mis viejos rencores, que son amores vanos y sin satisfacción, y en ese lugar donde los sabios horrores se hacen oración.

(...) recuerdo esas cosas como los fantasmas de los muertos de la guerra deben recordar los días de su juventud.

Para mí, en aquellos días el recuerdo de Valentina comenzaba a ser el de una criatura irreal en un mundo también irreal, donde todas las cosas habían sido mejores. Eran tan buenas, que tal vez yo no las merecía, y por eso las había perdido o estaba perdiéndolas.

Una de las grandezas de la honradez es el inmenso poder que nos da. Y la valentía. Porque esta última no se puede dividir, y nadie que sea cobarde moralmente puede tener valor físico. La cobardía física y la moral van juntas.

(...) con su altivez acostumbrada de onanista, (...)

(...) el destino estaba haciendo uso de mis imprudencias.

No era mujer para enamorarse, pero sí para acostumbrarse a ella (que a veces es peor).

(...) las prostitutas suelen ser veraces, fingen menos que las otras en materia de opiniones.
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El bandido adolescente
Lealtad por lealtad siempre está bien la que los amigos se guardan entre sí.



En la vida de Ignacio Morel

Porque a veces se miente por cortesía, por discreción, por cuidado de las conveniencias sociales, por respeto de la persona a quien se está hablando, para disimular una falta inocente que se ha cometido, para salvar la piel nada menos, para preservar la de un ser querido, para evitar una molestia a un hijo o a un hermano, por buen gusto (sí, por razones estéticas), por la necesidad de mostrarse ingenioso y hacer reir, por aturdimiento, por mimetismo, por locura pasajera, por generosidad, por espíritu de renunciamiento, por dar la impresión de que se está enterado, por evitar una discusión baldía, por ganar tiempo, por establecer una verdad ulterior obvia, por evitar a otro el choque de una verdad funesta, por dársela de persona refinada y leída, para eludir alguna torpeza, para evitar que lo tomen a uno por… embustero (porque la verdad es con frecuencia demasiado inverosímil), para encandilar, encantar, adular y seducir a alguien, para embobalicar a un superior, por pereza, por debilidad física y moral, por fatiga, por tener prisa y carecer de tiempo para exponer la verdad laboriosa, por piedad abstracta y no personalizada, por fantasía… habría que pensar en todo esto antes de juzgar al embustero y sobre todo antes de condenarlo. Las razones para mentir son tantas como para no mentir y muchas de ellas son igualmente respetables
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- Mucho tiempo es siempre.
- Más tiempo es nunca. Pero el futuro dirá.


Hay formas de desesperación respetables. Y formas de esperanza ridículas

Allí no había sino una causa determinante: el destino. Pero este no actúa sin que nosotros le ofrezcamos los elementos adecuados para su acción.

(...) porque tenía alguna clase de rencor vengativo insatisfecho (contra alguna mujer).

Pero eso sería jugar con la vida. Y con la vida no se juega. Es ella quien juega con nosotros, y debemos bajar la cabeza y callar. Para jugar con la vida hay que estar fuera y encima de la vida, y eso se paga. Se paga con una especie de perplejidad eterna.

Porque lo único bueno del odio es que llega un momento en que se sacia del todo.
Y lo malo (o lo inefablemente angustioso del amor) es que no se sacia nunca (...) Que no se sacia nunca el amor. Eso es lo milagroso del amor. Y lo terrible.

La aventura equinoccial de Lope de Aguirre
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Al llegar el turno de Lope de Aguirre, éste escribió con grandes letras: “Lope de Aguirre, traidor”.

Tal vez era demasiado joven y no había aprendido aún que el hombre, cualquier hombre, no necesita ni quiere tal vez ser amado, pero sí que necesita y quiere ser tenido en cuenta.

Hay carne fresca doquiera, por ahí, que tuve que madrugarles a los que preparaban mi muerte. Ellos me querían merendar y yo me los almorcé.

Pero yo voy siendo fuerte. Tengo que serlo más cada día, sin embargo, o cada día seré más débil, que así son las cosas en tiempos como los que vivimos.

"Sigo", leyenda inscripta en la bandera de Aguirre.

(...) no era supersticioso, ya que la superstición es la forma más frecuente del miedo al destino.

Este hombre anda fuera de sentido y no es necesario que le hayan dado filtros ni hierbas, porque basta con que la mujer nos aficione como la naturaleza lo tiene a bien para que poco a poco nos haga perder la razón.

(...) que hay mujeres en el mundo con las que vale la pena correr el riesgo.

La ventaja de Lope de Aguirre era, por el contrario, la del hombre íntegro, vibrador como un hilo de acero y encaminado derechamente a un solo propósito con todas sus potencias.

Entre los animales que descubrieron en aquellos lugares, uno de los más notables era el ave llamada tucán, del tamaño de un loro grande, pero con un pico enorme (más largo que el cuerpo entero del ave) y plumaje deslumbrador, cuyo macho -dijo un indio a Pedrarias- se dejaba morir cuando moría su compañera. Pedrarias, oyéndolo, pensaba: "Vaya, no sólo los hombres pueden conducirse estúpidamente cuando se enamoran."


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