domingo, 17 de mayo de 2009

Citas. Umberto Eco,


El péndulo de Foucault


Estaba inventándome una explicación y me engañaba creyendo que era cierto (…): tomaba mis deseos por la realidad.


Creo que nunca he sido tan feliz como en ese sueño. Nunca más.


No tendría que recordar nada. Pero lo recuerdo todo, como si no lo hubiese vivido yo, y me lo hubiese contado otra persona.
No sé si lo que recuerdo, con tanta confusa lucidez, es lo que sucedió o lo que deseé que hubiese sucedido.

Por eso quise estudiar algo que me permitiese decir lo que podía afirmarse sobre la base de los documentos, para distinguirlo de lo que era cuestión de fe.

-¿Y qué hago? Escribo. Pero la mala literatura no redime.

¿No te buscaba quizá a ti? Quizá estoy aquí sólo para esperarte. ¿Te he perdido cada vez porque no te he reconocido? ¿Te he perdido cada vez porque te he reconocido y no me he atrevido? ¿Te he perdido cada vez porque al reconocerte sabía que debía perderte?

(...) era como el susurro de quien dice la verdad consciente de que ya ha pasado el momento de juguetear con las ilusiones.

(...) que la verdad es brevísima (el resto, sólo es comentario).



"Cuando leemos la Poética de Aristóteles, por ejemplo, notamos que el griego cita autores de los que no sabemos nada. Sólo sabemos acerca de Sófocles, Esquilo y Eurípides. ¿Quiénes son los demás y por qué fueron desechados? ¿Dejaron que Sófocles pasara a la historia por los mismos motivos y criterios que hubiésemos usado hoy? ¿O acaso Sófocles estaba bien vinculado y tenía dinero suficiente para pagar a representantes que difundieran su obra? Somos lo que somos, porque se produjo un probable accidente histórico." (Entrevista en Perfil, 6 junio 2010)







El nombre de la rosa

El hombre sonrió (o al menos eso creí) y, levantando el dedo como en una admonición, dijo:
- ¡Penitenciágite! ¡Vide cuando draco venturas est a rodegarla el alma tuya! ¡La mortz est super nos! ¡Ruega que vinga lo papa santo a liberar nos a malo de tutte las peccata! ¡Ah, ah, vos pladse ista nigromancia de Domini Nostri Iesu Christi! Et mesmo sois m’es dolors… ¡Cave il diablo! Semper m’aguaita en algún canto para adentarme las tobillas. ¡Pero Salvatore non et insipiens! Bonum monasterium, et qui si magna et si ruega dominum nostum. Et il resto valet un figo secco. Et amen ¿No?


Después te vuelves viejo, no sabio (…)



La isla del día de antes

(...) recrea a su Señora sobre el papel para no perderla, y sabe que no ha perdido mucho más de lo que ya no tuviere.

Agitado, soñó su naufragio, y lo soñó como hombre de ingenio, por lo que incluso en sueños, y sobre todo en ellos, ha de hacerse de suerte que las proposiciones hermoseen el concepto, que los reparos lo aviven, las conexiones misteriosas lo hagan preñado, profundo las ponderaciones, salido los encarecimientos, disimulado las alusiones, y las transmutaciones sutil.

(...) había empezado a recordar (o se había convencido de recordar) (...)


En las grandes empresas hase de buscar no tanto el crear las ocasiones, como aprovechar las que se presentan.


- El norte de la Brújula de la Prudencia consiste en desplegar las velas al viento del Momento Favorable. En estas cosas la espera nunca hace daño. La presencia mengua la fama y la lejanía la acrecienta. Estando lejos seréis tenido por un león, y estando presente podríais convertiros en un ratoncito alumbrado por la montaña. Sois sin duda rico de buenísimas prendas. Pero las prendas pierden lucimiento si se tocan demasiado, mientras la fantasía llega más lejos que la vista.


(…) había comprendido que, caminando con demasiada vacilación por los espaciosos campos del Tiempo, había perdido la Ocasión.


Había entendido que, cuando no es posible vestirse con la piel del león, es menester hacerlo con la de la zorra, ya que del Diluvio se han salvado más zorras que leones.


Por otra parte, el que, a pesar de sus virtudes, las Novelas tengan sus defectos, Roberto habría debido de saberlo. Así como la medicina enseña también los venenos, la metafísica turba con inoportunas sutilezas los dogmas de la religión, la ética recomienda la magnificencia (que no beneficia a todos), la astrología patrocina la superstición, la óptica engaña, la música fomenta los amores, la geometría estimula el injusto dominio, las matemáticas la avaricia; así el Arte de la Novela, aun advirtiéndonos de que nos suministra ficciones, abre una puerta en el Palacio de la Absurdidad, que franqueada por ligereza, se cierra a nuestras espaldas.


¡Mas no, porque desgraciadamente veremos lo que nos duele, y seremos ciegos y sordos a todo, excepto para aquello para lo que querríamos ser sordos y ciegos!

(...) donde una esperanza sin energía no se distingue de un aburrimiento sin fondo.

Pero también en ese caso el alea era ventajosa: como si le hubieran dicho que tenía mil posibilidades de perder una miserable suma contra una sola de ganar un inmenso tesoro. ¿Quién no hubiera aceptado?

Acuminadísimo quiasmo, además.

(...) concluyendo que en la vida las cosas suceden porque suceden, y sólo en el País de las Novelas es donde parecen suceder por alguna finalidad o providencia.

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