Yo no puedo encubrir un asesinato, ni aun por un billete de diez dólares.
Su desconsuelo tenía cierto sabor teatral como a menudo sucede cuando es verdadero.
Volví adonde estaba el whisky y traté en la mejor forma posible de remediar eso de estar demasiado sobrio.
Pero eso había sido ayer, y el ayer parecía hallarse a cien años de distancia, cristalizado en el tiempo, como una mariposa en el ámbar.
Pensé en todo eso de manera confusa, pero sin llegar a extraer conclusión alguna.
El sueño eterno
Saqué mi botella, bebí un trago y dejé que mi dignidad se las arreglara sola.
Tenía un problema planteado en el tablero para resolver en seis jugadas. No podía resolverlo, como la mayoría de mis problemas.
Fui a la cocina y me bebí dos tazas de café puro. Se puede tener resaca de otras cosas que no sean alcohol.
Tenía la austera sencillez de la ficción, más que la complicada trama de los hechos.
Tenía burbujas como falsas esperanzas.
Adiós muñeca
Las mujeres mienten sobre todo... para mantenerse en forma.
-Apuesto a que estaba preciosa- dije.
-No se estará emborrachando, ¿no?
-Creo que me han visto más sobrio.
Se deslizó delante de mí con un vestido que le ajustaba como la piel de una sirena.
Y después la solté lentamente como uno suelta un sueño cuando se despierta con el sol en la cara y uno ha estado en un valle encantado.
La ventana siniestra
Con una vaga sonrisa, como la de un hombre al que se le da una bebida que necesita imperiosamente, y a quien el primer sorbo le parece una zambullida en un mundo más limpio, más soleado, más luminoso.
Tuve una extraña sensación, como si hubiese escrito un poema muy bueno y lo hubiese perdido y no pudiese recordarlo.
Playback
El trabajo duro es un pobre sustituto del talento.
Dejé la copa en una mesita baja sin siquiera probarla. El alcohol no era la solución. Nada era una solución excepto un corazón endurecido que no pidiera nada a nadie.
La hermana menor
Empecé mal. Después de eso, hice lo que pude.
Olía tan bien como se ve el Taj Mahal al claro de luna.
El miedo al hoy siempre supera al miedo al mañana.
Me puse de pie y fui hasta el armario empotrado a mirarme la cara en el espejo. Era yo. Tenía un aire cansado. Había estado viviendo demasiado rápido.
(...) tan débil como un lavarropas viejo (...) era tan difícil erguirme como a un elefante muerto.
Caminé hacia ella, movimiento que siempre era un placer.
Yo no tenía ningún apuro. El tiempo parecía haberme soltado. Lo mismo que casi todo lo demás. Estaba libre.
Y preferiría tomar un café negro, caliente y amargo como el infierno.
Una afeitada y un segundo desayuno me hicieron sentir un poco menos que un cartón viejo.
Cuando tuve la pipa llena, la encendí cuidadosamente, sin apuro, salí y bajé a la calle, tan tranquilo como un inglés después de una cacería de tigres.
El largo adiós
Un hombre que bebe demasiado en algunas ocasiones sigue siendo el mismo hombre de cuando está sobrio. Un alcohólico, un verdadero alcohólico, no es el mismo hombre ni mucho menos. No se puede predecir nada con certeza respecto de él, excepto que se convertirá en alguien a quien jamás conocimos antes.
Su esposo necesita un psiquiatra, señora Wade. Si es que conoce alguno que no sea un curandero.
Tuve esa buena suerte de la que uno goza únicamente cuando no le importa nada de nada.
Tomé dos tazas de café puro. Después probé un cigarrillo. Todo iba bien. Todavía pertenecía a la raza humana.
-Me temo que estoy demasiado sobrio.
Fue agradable mientras duró. Hasta la vista, amigo. No le digo adiós. Se lo dije cuando tenía algún significado. Se lo dije cuando era triste, solitario y final.
Sangre española
-Mala cerveza, muchacho -dijo con tristeza-. Tan insípida como una rubia de prostíbulo.
Después de todo, sólo se encuentra lo que se espera encontrar.
El simple arte de matar
Es posible que los ingleses no sean siempre los mejores escritores del mundo, pero son, sin comparación alguna, los mejores escritores aburridos del mundo.
Todo lector escapa de algo al sumergirse en lo que hay detrás de la página impresa; puede discutirse la calidad del sueño, pero la liberación que ofrece se ha convertido en una necesidad funcional. Todos los hombres necesitan escapar en ocasiones del mortífero ritmo de sus pensamientos íntimos.
Estaré esperando
El lugar era más tranquilo que una oficina de Ministerio.
Parecía más aburrido que referí en una pelea de aficionados.
Después de beber dos tazas de café, sentí que volvía a ser el mismo de siempre, (...)
Era otra mañana luminosa y dorada, y parecía que de alguna manera las cosas tenían que corregirse por sí mismas en un día tan agradable.
Apuntes sobre la novela policial
El lector acepta que lo engañen, pero no con una estupidez.
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