lunes, 26 de mayo de 2014

Echenoz, Jean.

     Rubias peligrosas.

Todo ello en medio de un silencio de seda aunque llegaba, de los barrios animados, un rumor monótono, apenas perceptible, pero ininterrumpido, agrio como una mala conciencia y que daba al silencio su relieve.

     La contemplación del insecto inspira a Salvador algunos pensamientos consoladores; lo que le sucede no es tan grave; podría haber acabado en Manila, como vendedor de cigarrillos sueltos. Vuelve a reflexionar. Continuemos, dice. Escribe: rubias peligrosas ardientes y rubias peligrosas frías, segunda parte.


Al piano

Todo ello, que ya era desalentador de por sí, no incitaba especialmente a integrarse. Tuvo ataques de depresión y tuvo días de aburrimiento, ese aburrimiento que engendra la amalgama entre la soledad y la precariedad de medios.


Ravel

(...) debe enfrentarse con monstruos o, lo que es peor, huir de ellos. Y en el momento más perturbador de esos combates se despierta sobresaltado, rendido, cada vez más fatigado que la noche anterior, sin siquiera malhumor, sin siquiera humor.

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