lunes, 7 de enero de 2013

Cómo funciona el mundo


       “Los términos del discurso político en general tienen un doble sentido. Por un lado está la definición del diccionario y, por el otro, el significado doctrinario, que sirve a los intereses del poder.
        Tomemos por ejemplo la palabra “democracia”. De acuerdo con el sentido común, una sociedad es democrática si la población puede participar de modo significativo en las decisiones que la conciernen. Pero el significado doctrinario de la palabra “democracia”  es distinto: hace referencia a un sistema en que las decisiones son tomadas por sectores de la comunidad empresarial y de las elites relacionadas. Como explican Walter Lippmann y otros teóricos de la democracia, el público no es “participante” sino solamente “espectador de la acción”. Lo único que puede hacer es ratificar las decisiones de sus superiores y brindarle apoyo a uno u otro, pero no puede interferir en las decisiones que no le incumben (como las de políticas públicas).
            Si algún estrato  de la población se aleja de la apatía y empieza a organizarse para entrar en la esfera pública, eso no es democracia, sino más bien una “crisis de la democracia”, como se la conoce en términos técnicos, o sea, una amenaza que se debe superar de uno u otro modo (...) 



       A fines de los años '30 y principios de los años '40, los servicios públicos eran mucho mejores en varios sentidos.
       Creo que, entre otras cosas, por eso parecían más esperanzadas las personas pobres y desocupadas que vivían en los barrios bajos. Tal vez sea puro sentimentalismo y tenga que ver con la comparación entre las percepciones infantiles y las adultas, pero yo creo que es cierto.
      Las bibliotecas eran uno de esos factores. No estaban reservadas solamente para las personas cultas: las usaba mucha gente. Hoy en día, eso es bastante menos frecuente.

         La derecha está impulsando la idea de cobrar para usar las bibliotecas públicas.
Eso es parte de un objetivo más general que consiste en rediseñar toda la estructura social para que beneficie solamente a los ricos.

      Eliminar de  la mente de las personas la capacidad e incluso el deseo de acceder a los recursos culturales ha sido una gran victoria del sistema.

        La palabra "libertad" se ha vuelto casi un sinónimo de "capitalismo", como lo muestra el título que eligió Milton Friedman para su libro: Capitalismo y libertad.

(Chomsky, Noam. Cómo funciona el mundo).

    



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