viernes, 3 de septiembre de 2010

Bernhard, Thomas














En esos pensamientos en que, durante todo el año, pienso una y otra vez, no he podido llegar lógicamente a ningún resultado.


Constantemente intentamos descubrir motivos ocultos y no avanzamos, sólo complicamos y trastornamos aún más lo que ya está suficientemente complicado y trastornado. Buscamos un culpable en nuestra estrella que, la mayoría de las veces, si somos sinceros, sólo podemos calificar de mala estrella. Cavilamos sobre lo que podríamos haber hecho de otra forma o mejor, y sobre lo que, posiblemente, no hubiéramos debido hacer, porque estamos condenados a ello, pero no conduce a nada.

Ese pensamiento es, ciertamente, absurdo. Por otra parte, como sé ya con seguridad en el curso de mi vida, precisamente los pensamientos absurdos son los más claros y los más absurdos los más importantes.

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