Rey
Felipe, natural español, hijo de Carlos, invencible: Lope de Aguirre, tu mínimo
vasallo, cristiano viejo, de medianos padres hijodalgo, natural vascongado, en
el reino de España, en la villa de Oñate vecino, en mi mocedad pasé el mar
Océano a las partes del Pirú, por valer más con la lanza en la mano, y por
cumplir con la deuda que debe todo hombre de bien; y así, en veinte y cuatro
años, te he hecho muchos servicios en el Pirú, en conquistas de indios, y en
poblar pueblos en tu servicio, especialmente en batallas y reencuentros que ha
habido en tu nombre, siempre conforme a mis fuerzas y posibilidad, sin
importunar a tus oficiales por paga, como parescerá por tus reales libros.
Bien
creo, excelentísimo Rey y Señor, aunque para mí y mis compañeros no has sido
tal, sino cruel e ingrato a tan buenos servicios como has recibido de nosotros
aunque también bien creo que te deben de engañar, los que te escriben desta
tierra, como están lejos. Avísote, Rey español, adonde cumple haya toda
justicia y rectitud, para tan buenos vasallos como en estas tierras tienes,
aunque yo, por no poder sufrir más la crueldades que usan estos tus oidores,
Visorey y gobernadores, he salido de hecho con mis compañeros, cuyos nombres
después te diré, de tu obediencia, y desnaturándonos de nuestras tierras, que
es España, y hacerte en estas partes la más cruda guerra que nuestras fuerzas
pudieren sustentar y sufrir; y esto, cree, Rey y Señor, nos ha hecho hacer el
no poder sufrir los grandes pechos, premios y castigos injustos que nos dan
estos tus ministros que, por remediar a sus hijos y criados, nos han usurpado y
robado nuestra fama, vida y honra, que es lástima, ¡oh Rey! y el mal
tratamiento que se nos ha hecho. Y ansí, yo, manco de mi pierna derecha, de dos
arcabuzazos que me dieron en el valle de Chuquinga, con el mariscál Alonso de
Alvarado, siguiendo tu voz y apellidándola contra Francisco Hernández Girón,
rebelde a tu servicio, como yo y mis compañeros al presente somos y seremos
hasta la muerte, porque ya de hecho hemos alcanzado en este reino cuán cruel
eres, y quebrantador de fe y palabra; y así tenemos en esta tierra tus perdones
por de menos crédito que los libros de Martín Lutero. Pues tu Virey, marqués de
Cañete, malo, lujurioso, ambicioso tirano, ahorcó a Martín de Robles, hombre
señalado en tu servicio, y al bravoso Thomás Vázquez, conquistador del Pirú, y
al triste Alonso Díaz, que trabajó más en el descubrimiento deste reino que los
exploradores de Moisés en el desierto; y a Piedrahita, que rompió muchas
batallas en tu servicio, y aun en Lucara , ellos te dieron la victoria, porque
si no se pasaran, hoy fuera Francisco Hernández rey del Pirú. Y no tengas en
mucho al servicio que tus oidores te escriben haberte hecho, porque es muy gran
fábula si llaman servicio haberte gastado ochocientos mil pesos de tu Real caja
para sus vicios y maldades. Castígalos como a malos, que de cierto lo son.
Mira,
mira, Rey español, que no seas cruel a tus vasallos, ni ingrato, pues estando
tu padre y tú en los reinos de Castilla, sin ninguna zozobra, te han dado tus
vasallos, a costa de su sangre y hacienda, tantos reinos y señoríos como en
estas partes tienes. Y mira, Rey y señor, que no puedes llevar con título de
Rey justo ningún interés destas partes donde no aventuraste nada, sin que
primero los que en ello han trabajado sean gratificados.
Por
cierto lo tengo que van pocos reyes al infierno, porque sois pocos; que si
muchos fuésedes; ninguno podría ir al cielo, porque creo allá seríades peores
que Lucifer, según tenéis sed y hambre y ambición de hartaros de sangre humana;
mas no me maravillo ni hago caso de vosotros, pues os llamáis siempre menores
de edad, y todo hombre inocente es loco; y vuestro gobierno es aire. Y, cierto,
a Dios hago solemnemente voto, yo y mis docientos arcabuceros marañones,
conquistadores, hijosdalgo, de no te dejar ministro tuyo y vida, porque yo sé
hasta dónde alcanza tu clemencia; el día de hoy nos hallamos los más bien
aventurados de los nascidos, por estar como estamos en estas partes de Indias,
teniendo la fe y mandamientos de Dios enteros, y sin corrupción, como
cristianos; manteniendo todo lo que manda la Santa Madre Iglesia de
Roma; y pretendemos, aunque pecadores en la vida, rescibir martirio por los
mandamientos de Dios.
A
la salida que hicimos del río de las Amazonas, que se llama el Marañón, vi en
una isla poblada de cristianos, que tiene por nombre la Margarita, unas
relaciones que venían de España, de la gran cisma de luteranos que hay en ella,
que nos pusieron temor y espanto, pues aquí en nuestra compañía, hubo un
alemán, por su nombre Monteverde, y lo hice hacer pedazos. Los hados darán la
paga a los cuerpos, pero donde nosotros estuviéremos, cree, excelente Príncipe,
que cumple que todos vivan muy perfectamente en la fe de Cristo.
Especialmente
es tan grande la disolución de los frailes en estas partes, que, cierto,
conviene que venga. sobre ellos tu ira y castigo, porque ya no hay ninguno que
presuma de menos que de Gobernador. Mira, mira, Rey, no les creas lo que te
dijeren, pues las lágrimas que allá echan delante tu Real persona, es para
venir acá a mandar. Si quieres saber la vida que por acá tienen, es entender en
mercaderías, procurar y adquirir bienes temporales, vender los Sacramentos de la Iglesia por prescio;
enemigos de pobres, incaritativos, ambiciosos, glotones y soberbios; de manera
que, por mínimo que sea un fraile pretende mandar y gobernar todas estas
tierras. Por remedio, Rey y Señor, porque destas cosas y malos exemplos, no
está imprimida ni fijada la fe en los naturales; y, más te digo, que si esta
disolución destos frailes no se quita de aquí no faltarán escándalos.
Aunque
yo y mis compañeros, por la gran razón que tenemos, nos hayamos determinado de
morir, desto y otras cosas pasadas, singular Rey, tu has sido causa, por no te
doler del trabajo destos vasallos, y no mirar lo mucho que les debes; que si tú
no miras por ellos, y te descuidas con estos tus oidores, nunca se acertará en
el gobierno. Por cierto, no hay para qué presentar testigos, más de avisarte
cómo estos, tus oidores, tienen cada un año cuatro mil pesos de salario y ocho
mil de costa, y al cabo de tres años tienen cada uno sesenta mil pesos
ahorrados, y heredamientos y posesiones; y con todo esto, si se contentasen con
servirlos como a hombres, medio mal y trabajo sería el nuestro; mas, por
nuestros pecados, quieren que do quiera que los topemos, nos hinquemos de
rodillas y los adoremos como a Nabucodonosor; cosa, cierto, insufrible. Y yo,
como hombre que estoy lastimado y manco de mis miembros en tu servicio, y mis
compañeros viejos y cansados en lo mismo, nunca te he de dejar de avisar, que
no fíes en estos letrados tu Real conciencia que no cumple a tu Real servicio
descuidarte con estos, que se les va todo el tiempo en casar hijos e hijas, y
no entienden en otra cosa, y su refrán entre ellos y muy común, es: "A
tuerto y a derecho, nuestra casa hasta el techo".
Pues
los frailes, a ningún indio pobre quieren absolver ni predicar; y están
aposentados en los mejores repartimientos del Pirú, y la vida que tienen es
áspera y peligrosa, porque cada uno dellos tiene por penitencia en sus cocinas
una docena de mozas, y no muy viejas, y otros tantos muchachos que les vayan a
pescar: pues a matar perdices y a traer fruta, todo el repartimiento tiene que
hacer con ellos; que, en fe de cristianos, te juro, Rey y Señor, que si no
pones remedio en las maldades desta tierra que te ha de venir azote del cielo;
y esto dígolo por avisarte de la verdad, aunque yo y mis compañeros no queremos
ni esperamos de ti misericordia.
¡Ay,
ay!, qué lástima tan grande que, César y Emperador, tu padre conquistase con la
fuerza de España la superbia Germania, y gastase tanta moneda, llevada destas
Indias, descubiertas por nosotros, que no te duelas de nuestra vejez y
cansancio, siquiera para matarnos la hambre un día! Sabes que vemos en estas
partes, excelente Rey y Señor, que conquistaste a Alemania con armas, y
Alemania ha conquistado a España con vicios, de que, cierto, nos hallamos acá
más contentos con maíz y agua, sólo por estar apartados de tan mala ironía, que
los que en ella han caído pueden estar con sus regalos. Anden las guerras por
donde anduvieron, pues para los hombres se hicieron; mas en ningún tiempo, ni
por adversidad que nos venga, no dejaremos de ser sujetos y obedientes a los
preceptos de la Santa
Madre Iglesia romana.
No
podemos creer, excelente Rey y Señor, que tú seas cruel para tan buenos
vasallos como en estas partes tienes; sino que estos tus malos oidores y ministros
lo deben de hacer sin tu consentimiento. Dígolo, excelente Rey y Señor, porque
en la Ciudad
de los Reyes, dos leguas della junto a la mar se descubrió una laguna donde se
cría algún pescado, que Dios lo permitió que fuese así; y estos tus malos oidores
y oficiales de tu Real patrimonio, por aprovecharse del pescado, como lo hacen,
para sus regalos y vicios, la arriendan en tu nombre, dándonos a entender, como
si fuésemos inhábiles, que es por tu voluntad. Si ello es así, déjanos, Señor,
pescar algún pescado siquiera, pues que trabajamos en descubrirlo; porque el
Rey de Castilla no tiene necesidad de cuatrocientos pesos, que es la cantidad
por que se arrienda. Y pues, esclarecido Rey, no pedimos mercedes en Córdoba,
ni en Valladolid, ni en toda España, que es tu patrimonio, duélete, Señor, de
alimentar los pobres cansados en los frutos y réditos desta tierra, y mira, Rey
y Señor, que hay Dios para todos, igual justicia, premio, paraíso e infierno.
En
el año de cincuenta y nueve dio el Marqués de Cañete la jornada del río del
Amazonas a Pedro de Orsúa, navarro, y por decir verdad, francés; y tardó en
hacer navíos hasta el año sesenta, en la provincia de los Motilones, que es el
término del Pirú; y porque los indios andan rapados a navaja, se llaman Motilones:
aunque estos navíos, por ser la tierra donde se hicieron lluviosa, al tiempo
del echarlos al agua se nos quebraron los más dellos, y hicimos balsas, y
dejamos los caballos y haciendas, y nos echamos en el río abajo, con harto
riesgo de nuestras personas; y luego topamos los mas poderosísimos ríos del
Pirú, de manera que nos vimos en Golfo-duce, caminamos de prima faz trecientas
leguas, desde el embarcadero donde nos embarcamos la primera vez.
Fue
este Gobernador tan perverso, ambicioso y miserable, que no lo pudimos sufrir;
y así, por ser imposible relatar sus maldades, y por tenerme por parte en mi
caso, como me tendrás, excelente Rey y Señor, no diré cosa más de que le
matamos; muerte, cierto, bien breve. Y luego a un mancebo, caballero de
Sevilla, que se llamaba D. Fernando de Guzmán, lo alzamos por nuestro Rey y lo
juramos por tal, como tu Real persona verá por las firmas de todos los que en
ello nos hallamos, que quedan en la isla Margarita en estas Indias; y a mi me
nombraron por su Maese de campo; y porque no consentí en sus insultos y
maldades, me quisieron matar, y yo maté al nuevo Rey y al Capitán de su
guardia, y Teniente general, y a cuatro capitanes, y a su mayordomo, y a un su
capellán, clérigo de misa, y a una mujer, de la liga contra mí, y un Comendador
de Rodas, y a un Almirante y dos alférez, y otros cinco o seis aliados suyos, y
con intención de llevar la guerra adelante y morir en ella, por las muchas
crueldades que tus ministros usan con nosotros; y nombré de nuevo capitanes y
Sargento mayor, y me quisieron matar, y yo los ahorqué a todos. Y caminando
nuestra derrota, pasando todas estas muertes y malas venturas en este río
Marañón, tardamos hasta la boca dél y hasta la mar, más de diez meses y medio:
caminamos cien jornadas justas: anduvimos mil y quinientas leguas. Es río
grande y temeroso: tiene de boca ochenta leguas de agua dulce, y no como dicen:
por muchos brazos tiene grandes bajos, y ochocientas leguas de desierto, sin
género de poblado, como tu Majestad lo verá por una relación que hemos hecho,
bien verdadera. En la derrota que corrimos, tiene seis mil islas. ¡Sabe Dios cómo
nos escapamos deste lago tan temeroso! Avísote, Rey y Señor, no proveas ni
consientas que se haga alguna armada para este río tan mal afortunado, porque
en fe de cristiano te juro, Rey y Señor, que si vinieren cien mil hombres,
ninguno escape, porque la relación es falsa, y no hay en el río otra cosa, que
desesperar, especialmente para los chapetones de España.
Los
capitanes y oficiales que al presente llevo, y prometen de morir en esta
demanda, como hombres lastimados, son: Juan Gerónimo de Espíndola, ginovés,
capitán de infantería, los dos andaluces; capitán de a caballo Diego Tirado,
andaluz, que tus oidores, Rey y Señor, le quitaron con grave agravio indios que
había ganado con su lanza; capitán de mi guardia Roberto de Coca, y a su
alférez Nuflo Hernández, valenciano; Juan López de Ayala, de Cuenca, nuestro
pagador; alférez general Blas Gutiérrez, conquistador de veinte y siete años,
alférez, natural de Sevilla; Custodio Hernández, alférez, portugués; Diego de
Torres, alférez, navarro; sargento Pedro Rodríguez Viso, Diego de Figueroa,
Cristóbal de Rivas, conquistador; Pedro de Rojas, andaluz; Juan de Salcedo,
alférez de a caballo; Bartolomé Sánchez Paniagua, nuestro barrachel; Diego
Sánchez Bilbao, nuestro pagador. Y otros muchos hijos-dalgo desta liga, ruegan
a Dios, Nuestro Señor, te aumente siempre en bien y ensalce en prosperidad
contra el turco y franceses, y todos los demás que en estas partes te quisieran
hacer guerra; y en estas nos dé Dios gracia que podamos alcanzar con nuestras
armas el precio que se nos debe, pues nos han negado lo que de derecho se nos
debía. Hijo de fieles vasallos en tierra vascongada, y rebelde hasta la muerte
por tu ingratitud.
Lope
de Aguirre, el Peregrino.
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