Llama la atención tanta belleza, es como una tarde soleada sobre un pueblo deshabitado
(Ferrari, Kike y Mattio, Juan. Punto ciego)
(otra falsa autobiografía fixticia en citas más)
Llama la atención tanta belleza, es como una tarde soleada sobre un pueblo deshabitado
(Ferrari, Kike y Mattio, Juan. Punto ciego)
(...) se perdería entre los bastidores de su memoria. Fin
Esos son los desquiciados contorsionismos a los que nos sometemos las personas heridas: estamos desesperadas por recibir amor, pero cuando nos lo dan, no somos capaces de sentirlo. Esto ocurre porque una creación artificial, una "máscara", no necesita amor. Lo que necesitamos, lo que anhelamos con desesperación, es obtener amor para lo único que jamás le enseñaremos a nadie: el niño feo y asustado que llevamos dentro.
--¿Cómo sabe que el ruido producido por el señor Larramendi es debido a la ebriedad?
--Por la sintomatología: tropieza con las piedras del jardín, no acierta con la llave en la cerradura y se da de hostias con cuanto obstáculo se interpone en su camino.
--¿Canta?
--¿En qué sentido?
-- Los beodos suelen caer en el denigrante vicio de la copla.
Las grandes ideas son catastróficas y las pequeñas pasan pronto de moda, porque lo banal cansa y empacha. Al final, todo es agua de borrajas.
Era muy educado con el personal, como lo había sido el señor Péricourt. "Cuanto más respetuoso eres con los subordinados, más te temen" solía decir; "se sienten impresionados, casi amenazados por tu cortesía: es un principio de la psicología".
Bastaba con observarlo para hacerse una idea bastante exacta de sus sentimientos íntimos y percibir la rigidez y la tensión características de las cóleras de combustión lenta, que son aún peores en los animales de sangre fría.
(...) reconozcámoslo, el tiempo no suele dar la razón a los optimistas.
Y cada cual deseó partir prontamente, hallarse mar adentro, pues estábamos impacientes por ordenar y engalanar nuestros recuerdos en la soledad para conocer la amargura de las añoranzas bienamadas.
La miel de mis recuerdos me asquea
En el bosque susurraron las hojas plateadas. Debía de haber luna, viento, estrellas. No recuerdo ninguna de las tres cosas.
La observaba a través del abismo de silencio que los separaba con el aire resentido de quien sospecha que lo están engañando.
Desconfío de tanta amabilidad, socava mi falta de fe en la naturaleza humana.
Creemos recordar las cosas tal y como eran, cuando en realidad lo único que nos llevamos al futuro son fragmentos que reconstruyen un pasado completamente ilusorio.
Había pensado que la vida sería diferente y por lo tanto mejor, pero solo era diferente, y ni siquiera la diferencia era tan grande. Se ponía a pensar en los momentos en que todo había parecido a punto de cambiar, pero apenas le llegaban retazos (...)
(...) sentía que la exaltación se mudaba en una extraña pena, próxima a la felicidad.
Los pasos se acercaban, no cabía duda, con desacostumbrada precipitación. Tenían un sonido extraño y sórdido, un sonido de inspección administrativa (...)
El tema de la remuneración era aún más humillante que el de la categoría, circunscrita a las cuatro paredes del ministerio. La penuria es algo muy distinto, te acompaña adondequiera que vayas, empaña tu vida entera, la condiciona por completo, te habla al oído a cada instante, se trasluce en cuanto haces. La escasez es aún peor que la miseria, porque en la indigencia es posible conservar la dignidad, mientras que la estrechez te conduce a la mezquindad, la racanería, te vuelve tacaño, ruin; te envilece, porque frente a ella es imposible permanecer intacto, mantener el orgullo, el amor propio.
(...) su vida había sido una interminable sucesión de reveses a los que nunca se había acostumbrado. Cada noche revivía las discusiones en las que no se había salido con la suya, las ofensas profesionales de que había sido objeto, para modificar el resultado a su favor, y rumiaba suficientes sinsabores y contrariedades (...)
(en Nos vemos allá arriba)
Vic sabía que su suerte no podía durar. Esas cantidades de dinero, lo sabía por experiencia, tienen su propia suerte. A esas cantidades de dinero uno les importa un comino, uno no debería mezclarse nunca con esas cantidades de dinero.
--¿Y qué?-- le preguntó Emil Bonaventure al techo cuando recuperó el habla. Uno puede cogerle cariño al fracaso.
La sombra de un pájaro invisible surcó una ventana al otro lado de la calle.
Allí se quedó largo rato, viendo cómo la luz del sol se desplazaba hacia el rojo --lo que todo el mundo sabe que es una medida de la velocidad a la que las cosas se alejan de uno-- y pensando en Emil.
"Todos los crímenes", recordó su consejo, "son crímenes contra la continuidad: la continuidad de la vida, la continuidad de la propiedad, la continuidad de los sistemas."
La máquina de escribir al otro lado de la pared volvió a arrancar como un apático pájaro carpintero.
Sus ojos eran del color de la miel de artemisa ligeramente adulterada.
Una luna más llena que la de la noche anterior subía detrás de los árboles y brillaba a través de las ramas como un pecho femenino apretado contra una reja de hierro forjado.
La carretera se convirtió en un túnel tallado por los faros delanteros de mi coche que se iba cerrando detrás de nosotros.
Era una noche dura y no se suavizó. Hacia las tres de la madrugada entré en Boulder Beach por el lado norte, donde los neones de los moteles colgaban sus fríos anzuelos en la oscuridad.
Contemplaba el cielo como si acabaran de crearlo.
Con un visible esfuerzo, se recompuso. Sacó una sonrisa de alguna reserva increíble, se la colocó en la cara y habló a través de ella.
Caminando por el desfiladero se puede ver todo el valle. En una mañana despejada, cuando se extiende ancho y colorido bajo un cielo blanco, flanqueado por montañas lejanas, parece la tierra prometida. Tal vez así sea para unos pocos, pero por cada chalé con aire acondicionado, piscina y pista privada de aterrizaje, hay docenas de casuchas de hojalata y caravanas desvencijadas donde viven las tribus perdidas de los inmigrantes. Y cuando sales de las áreas irrigadas te encuentras en un desierto gris donde no vive absolutamente nadie. Allí solo crecen torres y torres de perforación de petróleo que forman un bosque abstracto que no proyecta sombra alguna. El constante bombeo de sus bases hace que parezcan animales mecánicos.
(...) con un amor enloquecido que duró hasta que se lo llevó sin misericordia el ventarrón de la vida real.
No resistí más. Ella los sintió, vio mis ojos húmedos de lágrimas, y solo entonces debió descubrir que ya no era el que fui y le sostuve la mirada con un valor del que nunca me creí capaz. Es que me estoy volviendo viejo, le dije. Ya lo estamos, suspiró ella. Lo que pasa es que uno no lo siente por dentro, pero desde fuera todo el mundo lo ve.
No habría cambiado por nada del mundo las delicias de mi pesadumbre
Leyendo Los idus de marzo encontré una frase siniestra que el autor atribuye a Julio César: Es imposible no terminar siendo como los otros creen que uno es.
Era como si su mente fuese una isla en el tiempo y el pasado, el mar que la rodeaba.
Una promesa es una mentira postergada.
Hacía calor, y el ruido monótono del ventilador de techo parecía susurrar que todo es igual siempre, que nunca pasa nada, y que no hay mayor placer, en esta vida de rutinas, que tomar un café en un bar sin que nadie interrumpa.
Somos distraídos, ambiguos, inconstantes; pero queremos que los demás sean de una sola pieza.
No sé si los buenos deseos se cumplen, pero los malos son infalibles.