Vic sabía que su suerte no podía durar. Esas cantidades de dinero, lo sabía por experiencia, tienen su propia suerte. A esas cantidades de dinero uno les importa un comino, uno no debería mezclarse nunca con esas cantidades de dinero.
--¿Y qué?-- le preguntó Emil Bonaventure al techo cuando recuperó el habla. Uno puede cogerle cariño al fracaso.
La sombra de un pájaro invisible surcó una ventana al otro lado de la calle.
Allí se quedó largo rato, viendo cómo la luz del sol se desplazaba hacia el rojo --lo que todo el mundo sabe que es una medida de la velocidad a la que las cosas se alejan de uno-- y pensando en Emil.
"Todos los crímenes", recordó su consejo, "son crímenes contra la continuidad: la continuidad de la vida, la continuidad de la propiedad, la continuidad de los sistemas."
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