El tema de la remuneración era aún más humillante que el de la categoría, circunscrita a las cuatro paredes del ministerio. La penuria es algo muy distinto, te acompaña adondequiera que vayas, empaña tu vida entera, la condiciona por completo, te habla al oído a cada instante, se trasluce en cuanto haces. La escasez es aún peor que la miseria, porque en la indigencia es posible conservar la dignidad, mientras que la estrechez te conduce a la mezquindad, la racanería, te vuelve tacaño, ruin; te envilece, porque frente a ella es imposible permanecer intacto, mantener el orgullo, el amor propio.
(...) su vida había sido una interminable sucesión de reveses a los que nunca se había acostumbrado. Cada noche revivía las discusiones en las que no se había salido con la suya, las ofensas profesionales de que había sido objeto, para modificar el resultado a su favor, y rumiaba suficientes sinsabores y contrariedades (...)
(en Nos vemos allá arriba)
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