(...) el estribillo de la canción, que ya no me atrevo a cantar yo porque me recordaría aquel instante valiosísimo que viví.
Y seguía aquella luz fría y amarilla que caía desde la bombilla y me dejaba embotado. Por la puerta entornada del comedor salía una música límpida y gélida, de esas que se oyen a menudo por la radio de noche y recuerdan a un aeropuerto desierto.
Nunca he tenido más adelante momentos tan plenos y tan lentos como aquéllos. Dicen que se consiguen con opio. Lo dudo.
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