-¡Cómo sabes cuando estás enamorado? -dijo ella.
-El tráfico en la ciudad mejora, y el costo de la vida parece mucho más bajo.
(...) y mi demonio de la risa, que vive en alguna parte dentro de mí, ha dejado de reírse.
Hubert, acaso con la sospecha de que ella sabía sobre él más de lo que en realidad sabía, le dijo:
- Puedo ser deshonesto, si las circunstancias me obligan; eso es relativo. Pero faltar a mi honor, jamás.
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