Me estremecí. Entorné los ojos haciendo un esfuerzo por distinguir, por encima del mostrador, un disco blanco y borroso, que antes era un reloj.
-¿Qué hora es? -pregunté.
-Las dos y treinta y dos minutos -respondió el barman -. La última vez que me preguntó la hora, hace cincuenta segundos, eran las dos y treinta y un minutos y diez segundos. Parece como si estuviera usted bebiendo contra reloj.
(Quentin, Patrick. Enigma para actores.)
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