jueves, 18 de julio de 2024

El cambio, las ilusiones. Rodolfo Rabanal

      (...) donde actualmente vivo dispuesto a cambiar de vida. Lo de cambiar de vida es siempre una mentira: uno no cambia nunca, a menos que empeorar se entienda como un cambio.

     Cómo es posible, me pregunto, que la naturaleza humana nos juegue semejantes bromas. Es fatal. Uno cree que el contacto con la flor recién amanecida, fresca de rocío y luminosidad (bueno, tal vez esté exagerando, pero usted me entiende), uno cree, digo que ese contacto abolirá el entumecimiento amargo que a uno lo aqueja; uno se ilusiona pensando que hallará un remedio para el bruto descreimiento de toda una vida, pero no, nada de eso.

     (...) con la malsana obsesión de quien no cree del todo haber perdido lo que perdió.

     Una cosa es estar solo y otra es quedarse solo.

(La mujer rusa)

jueves, 11 de julio de 2024

Humor acre, Giardinelli

(...) todos solitarios, mordaces y crueles, provistos de ese humor acre que dan los años perdidos.

(En El hincha)

Saccomanno. El buen dolor.

 Tanto los felices como los desgraciados viven su alegría o su tragedia excluyendo a los demás. No les importan, no existen. La felicidad y la desgracia son estados de enajenación. Y quienes son felices absolutos o desgraciados absolutos suelen permanecer extasiados de placer o aniquilados por el dolor sin precisar a los demás, quizá porque la dicha, como el sufrimiento, son en esencia personales.


Una enfermedad no es sólo una enfermedad, la pobreza nunca es sólo la pobreza, La enfermedad y la pobreza, se dice, nunca vienen solas. Vienen acompañadas por un sinfín de dolores que no son únicamente físicos. Por supuesto, el padecimiento físico también cuenta: el sufrimiento y el hambre atacan el cuerpo. Pero también se ensañan con el ánimo y los pensamientos. Y así como la enfermedad, a quien la vive, hace envidiar a los sanos, estos, los sanos, sienten un rencor instintivo hacia los enfermos. Con la pobreza ocurre un fenómeno similar. Los pobres miran con resentimiento a quienes no lo son y ellos, los que no son pobres, prefieren apartar la vista. Porque la enfermedad, como la pobreza, emite radiaciones. Hay gestos, maneras, olores que les son propios, característicos.