(...) donde actualmente vivo dispuesto a cambiar de vida. Lo de cambiar de vida es siempre una mentira: uno no cambia nunca, a menos que empeorar se entienda como un cambio.
Cómo es posible, me pregunto, que la naturaleza humana nos juegue semejantes bromas. Es fatal. Uno cree que el contacto con la flor recién amanecida, fresca de rocío y luminosidad (bueno, tal vez esté exagerando, pero usted me entiende), uno cree, digo que ese contacto abolirá el entumecimiento amargo que a uno lo aqueja; uno se ilusiona pensando que hallará un remedio para el bruto descreimiento de toda una vida, pero no, nada de eso.
(...) con la malsana obsesión de quien no cree del todo haber perdido lo que perdió.
Una cosa es estar solo y otra es quedarse solo.
(La mujer rusa)
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