Todavía nadie había emprendido el camino de regreso a casa, o ni siquiera al pub, pero la horrible frustración masiva del oficinista se aproximaba silenciosamente a su punto de hervor.
Contemplé la posibilidad de cambiar de idea una vez más y emborracharme, pero un examen minucioso e lo que sentiría si llevaba a cabo ese plan me hizo desistir. No creía que me hiciera ningún bien y nunca conviene emborracharse si uno no está bastante seguro de los resultados. Seguí mi camino.
(De La colmena de cristal)
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