Incluso los santos tienen tentaciones.
Las mujeres aman a los hombres fracasados que han renunciado a todas las ambiciones excepto a la de hacerlas felices.
Pensaba en todo el asunto con una objetividad extrema y con frecuencia nada como la objetividad -o sea, el olvido de los nexos que median entre los objetos y los motivos subjetivos- para favorecer el engaño.
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