-Afronte sus responsabilidades sociales -le sugirió-. Acepte el principio de realidad. Son más que usted y están mejor armados.
-Vine -dijo ella- con la esperanza de que me desapareciese una fantasía hablando con usted.
-¡No lo haga y trátela con amor! -Exclamó Hilarius vehementemente-. ¿Qué otra cosa le queda? sujétela bien por su minúsculo tentáculo, no permita que los freudianos se la arrebaten con zalamerías ni que los farmacéuticos se la eliminen a fuerza de pócimas. Sea cual fuere, cuídela con cariño, porque si la perdiese, por ese pequeño detalle sería usted como los demás. Y empezaría a dejar de existir.
(...) tal vez porque creían que no me hacías falta. Se equivocaban. Te necesitaba. Tráeme ese recuerdo nada más y vivirás conmigo el tiempo que me quede.
(De La subasta del lote 49)
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