Ventana a la calle
Siempre parecen pavadas, para el que no entiende, las cosas capaces de ir formando una dicha.
Y él se le arrimó, se le arrimó inseguro, con ese paso cobarde de loro en el patio.
El tipo habla mal, por ejemplo, de las mujeres y de los médicos para vengarse de quienes le tienen la vida en un puño. Pero ninguno de los chistes sangrientos que el tipo inventó sobre los médicos y contra las mujeres le sirvió, todavía, para prescindir del sanatorio o del matrimonio.
El cómico, al reír se burla.
El satírico, al reír se venga.
El humorista, al sonreír, compadece.
Es el único que mantiene intacta, adentro, la gracia de una ternura.
Siempre parecen pavadas, para el que no entiende, las cosas capaces de ir formando una dicha.
Y él se le arrimó, se le arrimó inseguro, con ese paso cobarde de loro en el patio.
El tipo habla mal, por ejemplo, de las mujeres y de los médicos para vengarse de quienes le tienen la vida en un puño. Pero ninguno de los chistes sangrientos que el tipo inventó sobre los médicos y contra las mujeres le sirvió, todavía, para prescindir del sanatorio o del matrimonio.
El cómico, al reír se burla.
El satírico, al reír se venga.
El humorista, al sonreír, compadece.
Es el único que mantiene intacta, adentro, la gracia de una ternura.
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