La máquina de follar y otros cuentos
-Me recuerdas a Marty - dijo ella.
-¿Marty? -pregunté, pensando, Dios mío, aquí llega. Y llegó.
-Bueno, eres feo, sabes. En realidad no quiero decir feo, sabes, pareces cascado. Realmente cascado, más incluso que Marty. Y él era un luchador. ¿Fuiste tú luchador?
-Ese es uno de mis problemas: nunca fui capaz de luchar gran cosa.
Mi única premisa era que yo no podía pedir nada. Y como remate, disponía encima de aquel pequeño disco de fonógrafo que giraba en mi cabeza tocando siempre la misma música: no lo intentes, no lo intentes. Parecía una idea excelente.
-¿Marty? -pregunté, pensando, Dios mío, aquí llega. Y llegó.
-Bueno, eres feo, sabes. En realidad no quiero decir feo, sabes, pareces cascado. Realmente cascado, más incluso que Marty. Y él era un luchador. ¿Fuiste tú luchador?
-Ese es uno de mis problemas: nunca fui capaz de luchar gran cosa.
Mi única premisa era que yo no podía pedir nada. Y como remate, disponía encima de aquel pequeño disco de fonógrafo que giraba en mi cabeza tocando siempre la misma música: no lo intentes, no lo intentes. Parecía una idea excelente.
la gente siempre te traicionará.
no confíes nunca en la gente.
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