Era simplemente instalarse en el convencimiento o superstición de que no existe lo que no se dice.
(...), la pena y el miedo no son fugaces.
(...) había optado por el término medio o la insinuación, no se había resuelto, o quizá era un aplazamiento.
(...) tuve un pensamiento vano del que más bien me avergüenzo y que sin embargo no he podido apartar del todo, o mejor dicho, me vuelve de vez en cuando como algo olvidado mil veces y recordado otras tantas y a la que no obstante nos da siempre pereza poner remedio, y así preferimos que siga olvidado y recordado a partes iguales o en alternancia para no olvidarlo definitivamente.
Yo lo había olvidado, pero no enteramente, pues sólo se olvida de veras cuando uno sigue no recordando después de que se lo ha obligado a recordar a uno.
(...) han llenado mis días, o han hecho que los días fueran vividos de la mejor manera posible, que es en estado de vaga espera y de vaga ignorancia. Sabré demasiado, sabré más de lo que quiero saber (...)
Creemos que vamos conociendo a quienes están cerca, pero el tiempo trae consigo mucho más ignorado de lo que trae sabido, cada vez se conoce menos comparativamente, cada vez hay más zona de sombra. Aunque también haya más iluminada, siempre son más las sombras.
Quizá llega un momento en que las cosas quieren ser contadas, ellas mismas, quizá para descansar, o para hacerse por fin ficticias.
Ha acabado con el recuerdo, que era imperfecto y manipulable, selectivo y variable.
(...) aún no le ha llegado, digo, la hora de la indiferencia, tampoco la del cinismo.
(...) tantas veces se va a destiempo por cuestión de segundos.
El respeto inhibe ciertas conversaciones, que no se tienen nunca.
--Sí, el respeto inhibe.
Uno cuenta, habla, dice, las palabras son gratis y salen a borbotones a veces, sin restricciones. Siguen saliendo en toda ocasión, cuando estamos borrachos, cuando estamos furiosos, cuando estamos abatidos, cuando estamos hartos, cuando estamos entusiasmados, cuando nos sentimos enamorados, cuando es inconveniente que las digamos o no podemos medirlas. Cuando hacemos daño. Es imposible no equivocarse. Lo raro es que las palabras no tengan más consecuencias nefastas de las que normalmente tienen.
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