A medida que las palabras y los gestos se suceden, todo le sugiere un sueño realizándose. Le duele pensar que quizá lo trágico de un sueño no es que pueda concretarse. Es el despertar. Porque una vez que se le tomó el gusto, la vida sería intolerable si no vuelve a repetirse. Y uno será más desgraciado que antes, cuando ignoraba cómo era esa felicidad.
Así es la vida, recapacita: en medio de un drama nos distrae un inconveniente menor. Y este percance secundario pasa a ser central.