(...) terminé mirando "Bonanza", que ni siquiera me gustaba, por esa seducción fácil que tienen las cosas conocidas.
Cada casa era como un museo armado por sus habitantes, y los objetos resumían sus vidas, y a través de ellos no se veía otra cosa que conformidad, hastío y decepción.
(...) tenía el aire de venir de un lugar remoto, de esos lugares a los que uno siempre soñó ir y no fue.
Aquel bar era el lugar más deprimente que se podía imaginar. Me gustó de inmediato.
Se acercó sin apuro, sonriendo. Estaba enfermo y probablemente arruinado, pero había tanta elegancia, tanta seguridad en sus pasos como si acabara de conquistar una ciudad. Todos los fracasos no lo habían ni siquiera rozado; cada vida es un idioma distinto, que sólo desde adentro se puede traducir.
Yo a veces me quedaba pensando en mis vidas posibles, en esos caminos que uno no tomó o no pudo tomar, imaginando las consecuencias de esas decisiones: es un juego estúpido, y no lo recomiendo a nadie. Peor que pensar qué hará uno en el futuro (lo que también es un juego estúpido que tampoco recomiendo a nadie).