Sostenía el vasito de café con las dos manos, como la superviviente de un naufragio.
Maleval tenía el perfil de un futuro corrupto, al igual que algunos niños tienen cara de mal estudiante desde el parvulario. De hecho, era difícil saber si dilapidaba su vida de soltero como otros su herencia o si estaba ya en el resbaladizo camino de las necesidades excesivas.
Su temor, que era lo mismo que decir -como todos los pesimistas- su diagnóstico, se había confirmado.
Solo le faltaba encontrar la suerte que, según parece, sirve ciegamente a los héroes y a los crápulas.
-Creo saber que su marido era un gran aficionado a las novelas policiacas...
Por muy extraña que fuera la pregunta, no pareció sorprenderla.
-No leía más que eso, sí. Leía lo que podía comprender.
La barcaza, tranquila como un pez muerto, esperaba en medio del canal.
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