Años después, cada vez que Edward pensaba en ella o hablaba mentalmente con ella, o imaginaba que le escribía o que se la encontraba en la calle, se le antojaba que hacer un relato de su propia vida le habría llevado menos de un minuto, menos de la mitad de una página. ¿Qué había hecho de sí mismo? Se había dejado llevar por la corriente, medio dormido, poco atento, sin ambición, sin seriedad, (...)
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