Hay todavía un lugar para la esperanza. Y donde hay esperanza hay decepción.
Era un festín literario: un festín de despojos. Novelas malas y versos sin valor, sistemas imbéciles de filosofía y moralizaciones triviales, biografías insignificantes y enfadosos libros de viaje, pietismo repugnante y libros infantiles tan necios y vulgares, que al leerlos se avergonzaba uno de toda la raza humana (la pila era alta y cada semana se elevaba más).