Al fin el frío se hizo tan insoportable que abandoné el intento y decidí regresar. Atravesé el pueblo bajo el constante castigo del aguanieve. Según el reloj de la iglesia eran las seis y media; no obstante, todo estaba oscuro y desierto. Sólo se oía el susurro del viento entre las bolsas de plástico negro apiñadas alrededor de los depósitos de basura.
(En El curso del corazón)