lunes, 29 de diciembre de 2014

Werfel, Franz.

Desde siempre, su presencia ha sacado a relucir mis debilidades.

En la respuesta de la mujer sonó por primera vez el tono burlón de otros tiempos, aunque desde el borde de un profundo agotamiento:
-Menos mal que sólo estuvo casi a punto, señor jefe de sección...

Sin quererlo, había dejado al descubierto los bajos fondos de su alma. Un súbito sentimiento de vergüenza recorrió su nuca como un cepillo. ¿Por qué no se había ido en el momento adecuado? ¿Qué demonio lo había instigado a hacer esa confesión?

Y mientras duerme bajo la opresiva cúpula de esa música siempre agitada, Leónidas sabe con una claridad meridiana que ese día le llegó una oferta de salvación, oscura, imprecisa, articulada a media voz como todas las ofertas de este tipo. Sabe que no se mostró digno de ella. Y sabe también que jamás le será presentada una nueva. 

(De Una letra femenina azul pálido)

viernes, 19 de diciembre de 2014

Hubbard, P. M.

Todavía nadie había emprendido el camino de regreso a casa, o ni siquiera al pub, pero la horrible frustración masiva del oficinista se aproximaba silenciosamente a su punto de hervor.

Contemplé la posibilidad de cambiar de idea una vez más y emborracharme, pero un examen minucioso e lo que sentiría si llevaba a cabo ese plan me hizo desistir. No creía que me hiciera ningún bien y nunca conviene emborracharse si uno no está bastante seguro de  los resultados. Seguí mi camino.
 (De La colmena de cristal)

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Baricco, Alessandro

     Iba tirando a base de fantasía y de recuerdos, y es lo único que puedes hacer, a veces, para salvarte, no hay nada más.  Un truco de pobres, pero que siempre funciona.
     En fin, aquélla era una historia acabada. Que parecía verdaderamente acabada.

     (...) cuando se levantó no fue ella la que salió de mi vida, fueron todas las mujeres del mundo.
(De Novecento)



Tenía los ojos fijos en los labios de Hervé Joncour, como si fueran las últimas líneas de una carta de adiós.

El resto del tiempo lo consumía en una liturgia de hábitos que conseguían defenderlo de la infelicidad. De vez en cuando, en los días de viento, descendía hasta el lago y pasaba horas mirándolo, ya que, diseñado en el agua, le parecía ver el inexplicable espectáculo, leve, que había sido su vida.

(...) ¿lo ves? Nadie podrá cancelar este instante que pasa.
(De Seda)


Me di la vuelta y me fui de allí rápidamente --sólo me aterrorizaba la idea de que me vieran, ya no me importaba nada más. Cuando llegué a casa, yo era alguien que se ha rendido.
( De Emaús)

Blomberg, citado por Modiano.



No sabía aún si me quedaría  definitivamente en París o bien si, continuando con el libro que había comenzado acerca de los "poetas y novelistas portuarios", haría un viaje a Buenos Aires en busca del poeta argentino Héctor Pedro Blomberg, cuyos versos habían despertado mi curiosidad: 
                            A Schneider lo mataron una noche
                            En la pulpería de la Paraguaya.
                            Tenía los ojos azules
                            Y la cara muy pálida.

(De Más allá del olvido)

lunes, 8 de diciembre de 2014

Infinitas posibilidades, por Banville.

A mis espaldas se extendían las infinitas posibilidades del pasado, una dispersión de naufragios. ¿Había en medio de todo un fragmento específico -la toma de una decisión, la elección de un camino, el seguimiento de una señal- que me demostrase cómo había llegado al estado actual? Pues no,claro que no. Mi travesía, como la de cada qisque, incluso la suya, su señoría, no fue cuestión de señales ni de marcha decidida, sino un ir a la deriva, una especie de moroso descenso, con los hombros encorvados bajo la acumulación gradual de todo lo que no hice. 

(...) y mi dolido corazón se tambaleó como si no fuera yo mismo al que recordaba sino alguien parecido a un hijo, amado y vulnerable, perdido sin remedio para mí en las honduras de mi propio pasado. 

Entonces me volví y me vi a mí mismo girando al volverme, como creo que aún me estoy volviendo, como a veces me figuro que siempre me volveré, como si éste fuera mi castigo, mi condena, simplemente este giro jadeante, desdibujado e infinito hacia ella.

Tomé otra ginebra doble. Se me tensó el rostro, que parecía una máscara de barco. Había alcanzado esa fase de la intoxicación etílica en la que todo encajaba en otra versión de la realidad. No parecía una borrachera sino una forma de esclarecimiento, casi, casi un desembriagarse.
(De El libro de las pruebas)

martes, 2 de diciembre de 2014

Parejas, por Tute

Publicado en La Nación, 1 de diciembre 2014.

Trabajo ideal y palabras tristes, según Evelyn Waugh.


John Clutterbuck e Hijos,
Fabricantes de Cerveza y Vendedores de Vinos.
Mi querido Grimes:
El otro día, durante los deportes, usted me preguntó si por casualidad no habría algún puesto para usted en la cervecería. No sé si lo preguntó en serio, pero, en caso afirmativo, acaba de producirse una vacante que me parece que le convendría. Me alegraría ofrecérsela a cualquier amigo que se ha mostrado tan bondadoso con Percy. Empleamos a cierto número de viajantes para que visiten distintas tabernas y hoteles y prueben la cerveza a fin de comprobar que no ha sido aguada o adulterada en cualquier otra forma. Nuestro viajante más joven, que era amigo mío de Cambridge, acaba de enfermar de delirium tremens y ha tenido que ser suspendido. El salario es de doscientas libras anuales, con auto y gastos de viaje. ¿Le atrae esta proposición? En ese caso, ¿quiere comunicármelo en los próximos días?
                                        Suyo, sinceramente, Sam Clutterbuck.
-¡Mire eso! -exclamó Grimes-. ¡Un puesto para ángeles y mío con sólo pedirlo! Si esto me hubiera llegado hace diez días, toda mi vida habría sido distinta.
-¿No puede aceptarlo ahora?
-Demasiado tarde, viejo, demasiado tarde. Las palabras más tristes del idioma inglés.

(De Decadencia y caída)


Iznogud en el psicólogo.