Desde siempre, su presencia ha sacado a relucir mis debilidades.
En la respuesta de la mujer sonó por primera vez el tono burlón de otros tiempos, aunque desde el borde de un profundo agotamiento:
-Menos mal que sólo estuvo casi a punto, señor jefe de sección...
Sin quererlo, había dejado al descubierto los bajos fondos de su alma. Un súbito sentimiento de vergüenza recorrió su nuca como un cepillo. ¿Por qué no se había ido en el momento adecuado? ¿Qué demonio lo había instigado a hacer esa confesión?
Y mientras duerme bajo la opresiva cúpula de esa música siempre agitada, Leónidas sabe con una claridad meridiana que ese día le llegó una oferta de salvación, oscura, imprecisa, articulada a media voz como todas las ofertas de este tipo. Sabe que no se mostró digno de ella. Y sabe también que jamás le será presentada una nueva.
(De Una letra femenina azul pálido)