Y todo el tiempo yo pensaba en lo que vendría, planeaba modos de huir, planes impracticables, sueños tontos. Pero eran mejores que la realidad de la noche.
(...) En último extremo, la psicología del asesino y la del bromista difieren sólo en grado. Ambos son sádicos; ambos disfrutan con lo grotesco y con el placer de infligir dolor a otros. Podría considerarse el crimen como la broma definitiva y, a la inversa, a la broma como la forma social del asesinato.
(De El percherón mortal)
Hablamos de Cain, de Dos Passos y de Wolfe; todo resultó muy intelectual, muy civilizado, como una escena de una mala comedia.
(...) probé el sabor de la sangre cuando me besó en el taxi.