jueves, 21 de junio de 2012

Salinger


El guardián entre el centeno

     Los que de verdad me gustan son esos que cuando acabas de leerlos piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por teléfono cuando quisieras.

      No hay sala de fiestas en el mundo entero que se pueda soportar mucho tiempo a no ser que pueda uno emborracharse o que vaya con una mujer que le vuelva loco de verdad.

     (...) No será lo mismo. Pero, claro, no entiendes una palabra de lo que te digo.
     - Quizá no. Pero a lo mejor eres tú el que no entiende nada -dijo Sally. Para entonces ya nos odiábamos cordialmente.

     Permaneció un largo rato en silencio. No sé si les habrá pasado alguna vez, pero es muy difícil estar esperando a que alguien termine de pensar y diga algo. Dificilísimo.

     Lo que haría sería hacerme pasar por sordomudo y así no tendría que hablar. Si querían decirme algo, tendrían que escribirlo en un papelito y enseñármelo. Al final se hartarían y ya no tendría que hablar el resto de mi vida. Pensarían que era un pobre hombre y me dejarían en paz.

     Tiene gracia. No cuenten nunca nada a nadie. En el momento en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo.

lunes, 18 de junio de 2012

Simona








Exceso inexcusable





Se hace inexcusable porque incurre en exceso y alarde desmedidos, como el que se tira de un vigésimo piso cuando basta con menos de la mitad.
Ezequiel Martínez Estrada. Radiografía de la Pampa.