¡Helo aquí! Fausto cita al genio más veloz del infierno para su servicio. Pronuncia la fórmula mágica: aparecen siete genios; y, entonces, comienza la tercera escena del segundo acto.
FAUSTO Y LOS SIETE GENIOS
Fausto: ¿Vosotros? ¿Vosotros sois los genios más veloces del infierno?
Genios: Nosotros.
Fausto: ¿Sois todos igualmente veloces?
Genios: No.
Fausto: Y ¿cuál de vosotros es el más veloz?
Genios: Lo soy yo.
Fausto: ¡Qué maravilla que entre siete demonios haya tan sólo seis que mientan!
Quisiera conoceros mejor.
Genio 1º: Llegarás a ello algún día.
Fausto: ¡Algún día! ¿Qué quieres decir con ello? ¿Aun los demonios predican
penitencia?
Genio 1º: Claro, a los porfiados. Pero no nos hagas perder tiempo.
Fausto: ¿Cómo te llamas? y, ¿cuán veloz eres?
Genio 1º: Sería más fácil demostrártelo que contestarte.
Fausto: Bien. Mira: ¿qué hago?
Genio 1º: Pasas el dedo rápidamente por la llama de la luz.
Fausto: Y no me quemo. Así ve tú también y pasa siete veces con la misma velocidad por las llamas del infierno, sin quemarte. ¿Enmudeces? ¿Te quedas? ¿Así que hasta los demonios son vanidosos? Sí, sí, no hay pecado tan pequeño que pudiéseis dejar de cometerlo. El segundo, ¿cómo te llamas?
Genio 2º: Chil, lo que en vuestro aburrido idioma significa: Flecha de la Peste.
Fausto: Y ¿cuán veloz eres tú?
Genio 2º: ¿Crees que llevo mi nombre en vano? Como las flechas de la peste.
Fausto: Vete, pues, y sirve a un médico. Para mí eres demasiado lento. Tú, tercero, ¿cómo te llamas?
Genio 3º: Me llamo Dilla, pues a mí me llevan las alas del viento.
Fausto: ¿Y tú, cuarto?
Genio 4º: Mi nombre es Jutta, pues viajo sobre los rayos de la luz.
Fausto: ¡Miserables, cuya velocidad puede expresarse en números finitos!
Genio 5º: No los distingas con tu indignación. Son sólo mensajeros de Satanás en el mundo material. Nosotros lo somos en el mundo de los genios. Nos encontrarás más veloces.
Fausto: Y ¿cuán veloz eres tú?
Genio 5º: Tan veloz como el pensamiento del hombre.
Fausto: Algo es. Pero no siempre los pensamientos humanos son veloces. No lo son cuando la Verdad y la Virtud los llaman. ¡Cuán lentos son entonces! Puedes ser veloz, cuando quieres serlo; pero ¿quién me garantiza que lo querrás siempre? No. En ti confiaré tan poco como hubiera debido confiar en mí mismo. Ah, (al sexto demonio), dime: ¿cuán veloz eres tú?
Genio 6º: Tan veloz como la venganza del Vengador.
Fausto: ¿Del Vengador? ¿Cuál Vengador?
Genio 6º: Del Poderoso, del Terrible, del que se reservó el derecho de la venganza, porque la venganza le causaba placer.
Fausto: Demonio, blasfemas, pues veo que tiemblas. Veloz, dices, como la venganza del… casi lo menciono. No. Que no se mencione entre nosotros. ¿Y veloz sería su venganza? ¿Veloz? ¿Y yo estoy con vida aún? ¿Y sigo pecando?
Genio 6º: El hecho de que te deje seguir pecando ya es venganza.
Fausto: ¡Y que un demonio deba enseñarme esto! ¡Y tan sólo hoy! No. Su venganza no es veloz, y si tú no eres más veloz que ella, vete, vete. (Al séptimo): ¿Cuán veloz eres tú?
Genio 7º: Insaciable mortal, si aun yo te resultase poco veloz…
Fausto: Di, pues, ¿cuán veloz?
Genio 7º: Ni más ni menos que el paso del bien al mal.
Fausto: ¡Ah, tú eres el que necesito! ¡Tan veloz como se pasa del bien al mal! Eso sí que es veloz; no hay nada más veloz. ¡Fuera de aquí, caracoles del orco! ¡Fuera! ¡Como pasar del bien al mal! Yo experimenté cuán pronto se pasa. Lo experimenté…
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