Página 12
Suplemento Radar, domingo 10 de enero 2010
En el sur de Gales, en el Reino Unido, viven un crudo invierno con temperaturas bajo cero. En una organización de caridad, unos voluntarios descubrieron que la gente que no puede pagar el precio del carbón encontró una alternativa más barata: quemar libros.
“Es algo terrible –contó un vendedor al diario británico Metro–, pero tenemos que sacarnos el stock de encima y los clientes dicen que los libros son ideales para la estufa porque se consumen lentamente. Muchos compran grandes volúmenes de tapa dura y les duran toda la noche en el fuego.”
Un libro que pesa medio kilo se vende por apenas cinco peniques, mientras que una bolsa de carbón de veinte kilos sale cinco libras (una libra son cien peniques). O sea: dos libras los veinte kilos de libros, menos de la mitad que el carbón.
Como siempre, la culpa es de la crisis, que hizo que calentar el hogar se volviera un lujo. Qué dirá Bradbury cuando se entere de que no hicieron falta los bomberos de Fahrenheit 451 para prenderles fuego a los libros, que alcanzó con colapsar la economía mundial y la gente por sí sola terminó encargándose de la tarea.
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